La reina Isabel I (Elizabeth en inglés) nació en el Palacio de Placentia, el 7 de septiembre de 1533, siendo la hija de Enrique VIII de Inglaterra y de su segunda esposa, Ana Bolena; sucedió a su hermana católica romana, María Tudor en un tiempo cuando el país se encontraba dividido y casi indefenso.
Luego de que su madre fuera acusada y ejecutada por los cargos de adulterio y brujería, Isabel fue declarada hija ilegítima. Curiosamente, una la última de las seis esposas que tuvo Enrique VIII, Catalina Parr , fue quien medió entre el rey y su hija para que estos se reconciliaran (recobró sus derechos en línea sucesoria en 1544).
Isabel aprendió a ocultar de otros sus pensamientos y a obviar las dificultades con un ingenio que justamente Inglaterra necesitaba. Mostró su impaciencia ente el dogmatismo de las religiones rivales, aunque nunca dudó acerca de la providencia de Dios.
Tras la muerte de su padre en 1547, Isabel se fue a vivir con Catalina Parr, proveyéndole esta de una exquisita educación. Isabel gozaba de un brillante intelecto, aprendió a hablar fluidamente el francés, italiano, español, griego y latín, además leía el chipriota.
Mientras su medio hermano, Eduardo VI se mantuvo en el trono, la posición de Isabel fue inestable, sin embargo, en 1553 moría a los 15 años. Apoyada por el pueblo, María I Tudor le sucedió en el trono.
María Tudor se casó con Felipe II de España, sin embargo esta unión la hizo muy impopular entre el pueblo inglés. Tras una rebelión en 1554 en la que se intentó evitar esta boda Isabel fue hecha prisionera en la Torre de Londres. La reina María intentó alejar a Isabel de la línea sucesoria, pero el Parlamento se lo impidió. Al no poder evitar que Isabel le sucediera al trono, María intentó convertirla al catolicismo romano, cosa que Isabel fingió aceptar.
Finalmente, tras la muerte de María, Isabel subió al trono y fue coronada el 15 de enero de 1559, en lo que fue la última ceremonia de coronación en latín de Inglaterra.
Isabel se preparó para seguir el camino del protestantismo, considerando que el término “protestante” no tenía entonces la connotación que tiene hoy en día. Esta palabra se refería a No romano, en tanto que hoy se refiere no solo a no ser romano, sino también a No-Católico; el siguiente párrafo de un escrito de Isabel al emperador Fernando lo ilustra:
“Nos y nuestros vasallos, Dios sea loado por ello, no seguimos religiones novedosas ni extrañas, sino la misma religión que Cristo manda, la que la Iglesia Católica y Primitiva mandaba, la que aprueban la voz de los padres más antiguos de común acuerdo”.
Ciertamente durante el reinado de Isabel I hubo persecución, pues era una época en la que la religión y la política no podían separarse, pero en comparación con la furia desatada bajo el reinado de María y con los horrores del Continente, fue mucho menos.
Fue una edad de oro para la literatura y las exploraciones. Poseedora de extraordinaria capacidad para tomar decisiones rápidas, excepto en el caso de María Estuardo de Escocia, pues dudó largamente antes de entregarla al verdugo.
La reina Isabel I de Inglaterra y de Irlanda murió el 24 de marzo de 1603 a los 69 años de edad, siendo enterrada en la abadía de Westminster, al lado de su hermana María. Sobre sus tumbas se puede leer la siguiente inscripción: “Compañeras en el trono y la tumba, aquí descansan las dos hermanas, Isabel y María, en la esperanza de la resurrección”. A la reina Isabel le sucedió Jacobo VI de Escocia, quien ascendió al trono como Jacobo I.
(Fuente: http://anglicanossinodounido.blogspot.com.ar/)
Luego de que su madre fuera acusada y ejecutada por los cargos de adulterio y brujería, Isabel fue declarada hija ilegítima. Curiosamente, una la última de las seis esposas que tuvo Enrique VIII, Catalina Parr , fue quien medió entre el rey y su hija para que estos se reconciliaran (recobró sus derechos en línea sucesoria en 1544).
Isabel aprendió a ocultar de otros sus pensamientos y a obviar las dificultades con un ingenio que justamente Inglaterra necesitaba. Mostró su impaciencia ente el dogmatismo de las religiones rivales, aunque nunca dudó acerca de la providencia de Dios.
Tras la muerte de su padre en 1547, Isabel se fue a vivir con Catalina Parr, proveyéndole esta de una exquisita educación. Isabel gozaba de un brillante intelecto, aprendió a hablar fluidamente el francés, italiano, español, griego y latín, además leía el chipriota.
Mientras su medio hermano, Eduardo VI se mantuvo en el trono, la posición de Isabel fue inestable, sin embargo, en 1553 moría a los 15 años. Apoyada por el pueblo, María I Tudor le sucedió en el trono.
María Tudor se casó con Felipe II de España, sin embargo esta unión la hizo muy impopular entre el pueblo inglés. Tras una rebelión en 1554 en la que se intentó evitar esta boda Isabel fue hecha prisionera en la Torre de Londres. La reina María intentó alejar a Isabel de la línea sucesoria, pero el Parlamento se lo impidió. Al no poder evitar que Isabel le sucediera al trono, María intentó convertirla al catolicismo romano, cosa que Isabel fingió aceptar.
Finalmente, tras la muerte de María, Isabel subió al trono y fue coronada el 15 de enero de 1559, en lo que fue la última ceremonia de coronación en latín de Inglaterra.
Isabel se preparó para seguir el camino del protestantismo, considerando que el término “protestante” no tenía entonces la connotación que tiene hoy en día. Esta palabra se refería a No romano, en tanto que hoy se refiere no solo a no ser romano, sino también a No-Católico; el siguiente párrafo de un escrito de Isabel al emperador Fernando lo ilustra:
“Nos y nuestros vasallos, Dios sea loado por ello, no seguimos religiones novedosas ni extrañas, sino la misma religión que Cristo manda, la que la Iglesia Católica y Primitiva mandaba, la que aprueban la voz de los padres más antiguos de común acuerdo”.
Ciertamente durante el reinado de Isabel I hubo persecución, pues era una época en la que la religión y la política no podían separarse, pero en comparación con la furia desatada bajo el reinado de María y con los horrores del Continente, fue mucho menos.
Fue una edad de oro para la literatura y las exploraciones. Poseedora de extraordinaria capacidad para tomar decisiones rápidas, excepto en el caso de María Estuardo de Escocia, pues dudó largamente antes de entregarla al verdugo.
La reina Isabel I de Inglaterra y de Irlanda murió el 24 de marzo de 1603 a los 69 años de edad, siendo enterrada en la abadía de Westminster, al lado de su hermana María. Sobre sus tumbas se puede leer la siguiente inscripción: “Compañeras en el trono y la tumba, aquí descansan las dos hermanas, Isabel y María, en la esperanza de la resurrección”. A la reina Isabel le sucedió Jacobo VI de Escocia, quien ascendió al trono como Jacobo I.
(Fuente: http://anglicanossinodounido.blogspot.com.ar/)
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