Cuando Wesley recibía en su casa a los jóvenes que habían sido enviados a prueba a predicar, les hacía dos preguntas: - ¿Se ha convertido alguien? ¿Se ha enojado alguien? Si la respuesta era negativa, les decía que no creía que el Señor les hubiese llamado a predicar el evangelio, y les enviaba a hacer otras cosas. Cuando el Espíritu Santo redarguye de pecado, o la gente se convierte, o se enoja.
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