Una
de las cosas que caracterizan al pueblo evangélico de la actualidad,
es su falta de interés por conocer lo que creen y por qué lo creen.
Esta actitud laxa y conformista ha llevado a charlatanes y a
vividores a tomar ventaja de muchos cristianos que debido a su
ignorancia de la sana doctrina, son presa fácil de doctrinas
erróneas y antibíblicas.
Tal es el caso de una enseñanza muy popular en la actualidad que es sostenida y enseñada por muchos cristianos evangélicos en algunos círculos que se identifican a sí mismos como fundamentalistas y conservadores. Es la enseñanza errónea de que el pueblo Judío tiene un derecho divino sobre la tierra de Israel. Esto ha llevado a los judíos a desplazar a los palestinos y literalmente a ROBARLES la tierra que ellos habían comprado y poseído por muchos siglos. Esto ha llevado también a iniciar una sangrienta guerra en contra de los palestinos la cual es justificada en nombre del Dios de la Biblia y de un supuesto “derecho divino”.
Populares predicadores evangélicos tales como John Hagee, se han atrevido incluso a decir públicamente que no necesitamos predicarles el evangelio a los Judíos debido a que ellos son el pueblo escogido de Dios y por lo tanto, ellos van a ser salvos aunque no crean en Jesucristo como el Señor y Salvador. Obviamente esto es una terrible herejía de proporciones gigantescas. Lamentablemente muchos evangélicos ni siquiera se dan cuenta que existen líderes que la están creyendo y enseñando como algo bíblico y ortodoxo.
Hay también un grupo de personas que se hacen llamar a sí mismos como “Judíos Mesiánicos” quienes se encuentran literalmente SOCAVANDO la sana doctrina bíblica cristiana y en su lugar, se encuentran haciendo avanzar una serie de enseñanzas que no solo son altamente cuestionables, sino que tampoco cuentan con ningún soporte Escritural. Este grupo rehúsa identificarse como un grupo cristiano y se han autonombrado como “un cuarto brazo” del Judaísmo.
Lo irónico es que a pesar de esta realidad, muchas denominaciones evangélicas se encuentran apoyando y aceptando a estos grupos como algo legítimo, bíblico y ortodoxo. Nada está más lejos de la verdad. A estos grupos no les interesa preservar y sostener en alto la sana doctrina evangélica tal como fue sostenida por los Reformadores. Lo único que les interesa es el avance de su propia agenda que consiste en una clase de “sionismo” cristianizado que no tiene nada que ver con lo que la Biblia enseña respecto a la iglesia. Lamentablemente, todo esto es el resultado de un concepto totalmente equivocado de lo que es la Eclesiología bíblica.
Pero gracias a Dios que Él todavía tiene siervos quienes han levantado su voz en contra de esas falsas enseñanzas. Tal es el caso de Baruch Maoz, un judío que trabaja entre los judíos presentándoles el verdadero evangelio de la gracia de Dios. Baruch Maoz es un cristiano evangélico que ha escrito una crítica en contra del movimiento mesiánico. Maoz no es ningún novato, pues conoce de primera mano lo que está en juego en esta batalla por la pureza del evangelio. Así que, Maoz escribe lo siguiente:
“La salvación es, de principio a fin, una obra de Dios y no un logro humano (Sal. 3:8; Jonás 2:9). Nadie sino solo Dios puede impartirla y no hay nada que podamos hacer para que su accionar sea más efectivo. Lo mejor que podemos hacer es obedecer sin vacilar. Necesitamos predicar el evangelio a la manera de Dios y confiar en que Él haga su obra divina a pesar de nuestras debilidades. Cualquier clase de ‘fe’ en Jesús que sea el producto de una bendición de Dios por nuestras buenas obras, no puede ser la fe que salva y que santifica.
Lamentablemente existen razones para creer que una proporción significativa de judíos quienes profesan fe en Jesús no lo perciben tal como la Biblia lo enseña. Esto puede parecer una afirmación increíble, pero honestamente estoy preocupado de que puede haber algunos entre nosotros quienes profesan haber sido perdonados de sus pecados por medio del Mesías y todavía no haber llegado a un verdadero reconocimiento de su naturaleza pecaminosa. Tales personas nunca se han arrepentido, como tampoco se han afianzado a la misericordia de Dios quien perdona a los pecadores solo por medio de su gracia inmerecida y los transforma por medio de su poder irresistible. A pesar de sus protestas hacia lo contrario, ellos permanecen en sus pecados”. (Baruch Maoz, “Judaism is not Jewish: A friendly critique of the Messianic Movement”, p. 33, Christian Focus, 2003).
John Piper también ha comprendido que algo anda mal en el mundo evangélico al apoyar las acciones de los judíos como un derecho divino en cuanto a la posesión de la tierra de Israel. Piper hace unos comentarios respecto a esto que deberían hacer que lo pensemos muy bien antes de creer algo que no cuenta con ningún apoyo bíblico. El escribe:
“¿Cómo deben los cristianos que creen en la Biblia tomar parte en el conflicto entre judíos y palestinos? Hay razones bíblicas para tratar a ambos lados con una justicia pública compasiva de la misma manera en que se deben resolver en general las disputas entre las naciones. En otras palabras, la Biblia no nos enseña que seamos parciales a Israel o a los palestinos porque ni unos ni otros tienen un estatus divino especial.
No niego que Israel fue escogido por Dios de entre todos los pueblos del mundo para ser el foco de una bendición especial en la historia de la redención que alcanzó un clímax en Jesucristo, el Mesías (Deuteronomio 7:6). Tampoco niego que Dios le prometió a Israel la tierra que se encuentra en disputa desde el tiempo de Abraham en adelante. Dios le dijo a Moisés: “Este es el territorio que juré a Abraham, Isaac y Jacob que daría a sus descendientes” (Deut. 34:4). Sin embargo, ninguno de estos hechos bíblicos conduce necesariamente al endoso del Israel de nuestros días como el poseedor legítimo de toda la tierra en disputa. Israel tal vez tiene el derecho. O tal vez no. Pero esa decisión no se basa en un privilegio divino. ¿Por qué no?
Primero, un pueblo que no guarda el pacto no tiene ningún derecho divino de poseer la tierra prometida. Tanto el estado bendecido del pueblo como el derecho privilegiado a la tierra, están condicionados a que Israel guarde el pacto que Dios hizo con la nación. Así, Dios le dijo a Israel: “Ahora pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos” (Ex.19:5). Israel no tiene garantía para una experiencia presente de privilegio divino al no estar guardando el pacto con Dios.
Más de una vez a Israel se le negó la experiencia de su derecho divino a la tierra cuando rompió el pacto con Dios. Por ejemplo, cuando Israel languidecía en el cautiverio babilónico, Daniel oraba diciendo: “Ahora Señor, Dios grande…hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas” (Daniel 9:4,5; ver también Salmo 71:54-61). Israel no tiene derecho divino para estar en la tierra prometida al estar rompiendo el pacto de la promesa. Esto no quiere decir que las demás naciones tengan el derecho de atribularlos. La nación sigue teniendo derechos humanos entre las naciones, aunque no tenga el derecho divino. Dios castigará a las naciones que se jactan por la disciplina divina que se le ha estado aplicando (Isaías 10:5-13).
Segundo, Israel como un todo continúa rechazando a su Mesías, a Jesucristo el Hijo de Dios. Este es el acto supremo de romper su pacto con Dios. Dios le prometió a Israel: “Porque un niño nos es nacido, Hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz” (Isaías 9:6). Pero con lágrimas en sus ojos, este Príncipe de paz miró a Jerusalén y dijo: “¡Oh, si también tu conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación” (Lucas 19:42-44).
Cuando los edificadores rechazaron a la piedra angular, escogida y preciosa, Cristo dijo: “Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él” (Mateo 21:43). También dijo que: “Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 8:11,12).
Dios tiene propósitos salvadores para el Israel étnico (Romanos 11:25,26). Pero por ahora, el pueblo se encuentra en enemistad con Dios y rechazando el evangelio de Jesucristo su Mesías (Romanos 11:28). Dios ha ampliado su obra salvadora para incluir a todos los pueblos (incluyendo a los palestinos) que confíen en su Hijo y dependan de su muerte y resurrección para su salvación: “¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente también de los gentiles. Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión”. (John Piper, “Prueba y Observa”, pp. 475,476, Editorial Vida, 2007).
Esto es lo que la Biblia claramente enseña. Por lo tanto, la enseñanza tan popular entre algunos círculos evangélicos de que los judíos tienen un derecho divino sobre la tierra de Israel y que por esa razón pueden aniquilar a sus vecinos, no tiene cual ningún apoyo bíblico y debe ser rechazada. El trato tanto a judíos como a palestinos debe ser realizado de manera imparcial y humanitaria porque ambos pueblos necesitan conocer el evangelio de la gracia de Dios para ser salvos.
Daviel D’Paz
Tal es el caso de una enseñanza muy popular en la actualidad que es sostenida y enseñada por muchos cristianos evangélicos en algunos círculos que se identifican a sí mismos como fundamentalistas y conservadores. Es la enseñanza errónea de que el pueblo Judío tiene un derecho divino sobre la tierra de Israel. Esto ha llevado a los judíos a desplazar a los palestinos y literalmente a ROBARLES la tierra que ellos habían comprado y poseído por muchos siglos. Esto ha llevado también a iniciar una sangrienta guerra en contra de los palestinos la cual es justificada en nombre del Dios de la Biblia y de un supuesto “derecho divino”.
Populares predicadores evangélicos tales como John Hagee, se han atrevido incluso a decir públicamente que no necesitamos predicarles el evangelio a los Judíos debido a que ellos son el pueblo escogido de Dios y por lo tanto, ellos van a ser salvos aunque no crean en Jesucristo como el Señor y Salvador. Obviamente esto es una terrible herejía de proporciones gigantescas. Lamentablemente muchos evangélicos ni siquiera se dan cuenta que existen líderes que la están creyendo y enseñando como algo bíblico y ortodoxo.
Hay también un grupo de personas que se hacen llamar a sí mismos como “Judíos Mesiánicos” quienes se encuentran literalmente SOCAVANDO la sana doctrina bíblica cristiana y en su lugar, se encuentran haciendo avanzar una serie de enseñanzas que no solo son altamente cuestionables, sino que tampoco cuentan con ningún soporte Escritural. Este grupo rehúsa identificarse como un grupo cristiano y se han autonombrado como “un cuarto brazo” del Judaísmo.
Lo irónico es que a pesar de esta realidad, muchas denominaciones evangélicas se encuentran apoyando y aceptando a estos grupos como algo legítimo, bíblico y ortodoxo. Nada está más lejos de la verdad. A estos grupos no les interesa preservar y sostener en alto la sana doctrina evangélica tal como fue sostenida por los Reformadores. Lo único que les interesa es el avance de su propia agenda que consiste en una clase de “sionismo” cristianizado que no tiene nada que ver con lo que la Biblia enseña respecto a la iglesia. Lamentablemente, todo esto es el resultado de un concepto totalmente equivocado de lo que es la Eclesiología bíblica.
Pero gracias a Dios que Él todavía tiene siervos quienes han levantado su voz en contra de esas falsas enseñanzas. Tal es el caso de Baruch Maoz, un judío que trabaja entre los judíos presentándoles el verdadero evangelio de la gracia de Dios. Baruch Maoz es un cristiano evangélico que ha escrito una crítica en contra del movimiento mesiánico. Maoz no es ningún novato, pues conoce de primera mano lo que está en juego en esta batalla por la pureza del evangelio. Así que, Maoz escribe lo siguiente:
“La salvación es, de principio a fin, una obra de Dios y no un logro humano (Sal. 3:8; Jonás 2:9). Nadie sino solo Dios puede impartirla y no hay nada que podamos hacer para que su accionar sea más efectivo. Lo mejor que podemos hacer es obedecer sin vacilar. Necesitamos predicar el evangelio a la manera de Dios y confiar en que Él haga su obra divina a pesar de nuestras debilidades. Cualquier clase de ‘fe’ en Jesús que sea el producto de una bendición de Dios por nuestras buenas obras, no puede ser la fe que salva y que santifica.
Lamentablemente existen razones para creer que una proporción significativa de judíos quienes profesan fe en Jesús no lo perciben tal como la Biblia lo enseña. Esto puede parecer una afirmación increíble, pero honestamente estoy preocupado de que puede haber algunos entre nosotros quienes profesan haber sido perdonados de sus pecados por medio del Mesías y todavía no haber llegado a un verdadero reconocimiento de su naturaleza pecaminosa. Tales personas nunca se han arrepentido, como tampoco se han afianzado a la misericordia de Dios quien perdona a los pecadores solo por medio de su gracia inmerecida y los transforma por medio de su poder irresistible. A pesar de sus protestas hacia lo contrario, ellos permanecen en sus pecados”. (Baruch Maoz, “Judaism is not Jewish: A friendly critique of the Messianic Movement”, p. 33, Christian Focus, 2003).
John Piper también ha comprendido que algo anda mal en el mundo evangélico al apoyar las acciones de los judíos como un derecho divino en cuanto a la posesión de la tierra de Israel. Piper hace unos comentarios respecto a esto que deberían hacer que lo pensemos muy bien antes de creer algo que no cuenta con ningún apoyo bíblico. El escribe:
“¿Cómo deben los cristianos que creen en la Biblia tomar parte en el conflicto entre judíos y palestinos? Hay razones bíblicas para tratar a ambos lados con una justicia pública compasiva de la misma manera en que se deben resolver en general las disputas entre las naciones. En otras palabras, la Biblia no nos enseña que seamos parciales a Israel o a los palestinos porque ni unos ni otros tienen un estatus divino especial.
No niego que Israel fue escogido por Dios de entre todos los pueblos del mundo para ser el foco de una bendición especial en la historia de la redención que alcanzó un clímax en Jesucristo, el Mesías (Deuteronomio 7:6). Tampoco niego que Dios le prometió a Israel la tierra que se encuentra en disputa desde el tiempo de Abraham en adelante. Dios le dijo a Moisés: “Este es el territorio que juré a Abraham, Isaac y Jacob que daría a sus descendientes” (Deut. 34:4). Sin embargo, ninguno de estos hechos bíblicos conduce necesariamente al endoso del Israel de nuestros días como el poseedor legítimo de toda la tierra en disputa. Israel tal vez tiene el derecho. O tal vez no. Pero esa decisión no se basa en un privilegio divino. ¿Por qué no?
Primero, un pueblo que no guarda el pacto no tiene ningún derecho divino de poseer la tierra prometida. Tanto el estado bendecido del pueblo como el derecho privilegiado a la tierra, están condicionados a que Israel guarde el pacto que Dios hizo con la nación. Así, Dios le dijo a Israel: “Ahora pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos” (Ex.19:5). Israel no tiene garantía para una experiencia presente de privilegio divino al no estar guardando el pacto con Dios.
Más de una vez a Israel se le negó la experiencia de su derecho divino a la tierra cuando rompió el pacto con Dios. Por ejemplo, cuando Israel languidecía en el cautiverio babilónico, Daniel oraba diciendo: “Ahora Señor, Dios grande…hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas” (Daniel 9:4,5; ver también Salmo 71:54-61). Israel no tiene derecho divino para estar en la tierra prometida al estar rompiendo el pacto de la promesa. Esto no quiere decir que las demás naciones tengan el derecho de atribularlos. La nación sigue teniendo derechos humanos entre las naciones, aunque no tenga el derecho divino. Dios castigará a las naciones que se jactan por la disciplina divina que se le ha estado aplicando (Isaías 10:5-13).
Segundo, Israel como un todo continúa rechazando a su Mesías, a Jesucristo el Hijo de Dios. Este es el acto supremo de romper su pacto con Dios. Dios le prometió a Israel: “Porque un niño nos es nacido, Hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz” (Isaías 9:6). Pero con lágrimas en sus ojos, este Príncipe de paz miró a Jerusalén y dijo: “¡Oh, si también tu conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación” (Lucas 19:42-44).
Cuando los edificadores rechazaron a la piedra angular, escogida y preciosa, Cristo dijo: “Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él” (Mateo 21:43). También dijo que: “Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes” (Mateo 8:11,12).
Dios tiene propósitos salvadores para el Israel étnico (Romanos 11:25,26). Pero por ahora, el pueblo se encuentra en enemistad con Dios y rechazando el evangelio de Jesucristo su Mesías (Romanos 11:28). Dios ha ampliado su obra salvadora para incluir a todos los pueblos (incluyendo a los palestinos) que confíen en su Hijo y dependan de su muerte y resurrección para su salvación: “¿Es Dios solamente Dios de los judíos? ¿No es también Dios de los gentiles? Ciertamente también de los gentiles. Porque Dios es uno, y él justificará por la fe a los de la circuncisión, y por medio de la fe a los de la incircuncisión”. (John Piper, “Prueba y Observa”, pp. 475,476, Editorial Vida, 2007).
Esto es lo que la Biblia claramente enseña. Por lo tanto, la enseñanza tan popular entre algunos círculos evangélicos de que los judíos tienen un derecho divino sobre la tierra de Israel y que por esa razón pueden aniquilar a sus vecinos, no tiene cual ningún apoyo bíblico y debe ser rechazada. El trato tanto a judíos como a palestinos debe ser realizado de manera imparcial y humanitaria porque ambos pueblos necesitan conocer el evangelio de la gracia de Dios para ser salvos.
Daviel D’Paz
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