Pasaje bíblico a considerar: Ezequiel 14:1-11
De modo particular en estas dos últimas décadas se nos ha dado contemplar la expansión, entre casi todas las denominaciones evangélicas, de lo que se ha dado en llamar "la renovación"; la cual representa una generalización de elementos considerados en un tiempo propiedad casi exclusiva del movimiento pentecostal. Entre los mismos se destaca el don de sanidad y obrar milagros, los cuales ejercen gran atracción sobre la gente simple y con problemas. Realmente sorprende ver a los reformadores como Calvino negar la posibilidad de sanidades y milagros más allá de la época apostólica. No podemos estar de acuerdo con ello, pero también es cierto que, las cosas buenas, se transforman en malas por el mal uso y, en la actualidad, se está haciendo un mal uso de los dones y privilegios que el Señor ha concedido a sus hijos. Los pastores, olvidando que son "administradores de los misterios de Dios", están dando "el pan de los hijos a los perros". En el texto del profeta Ezequiel que consideramos hoy, el Señor expresa que aquellos que consultan al profeta para recibir guía y orientación divinas, deben en primer lugar, arrancar los ídolos de sus corazones; y se expresa claramente que, si el profeta hace uso del don de Dios con un no arrepentido, tanto el uno como el otro recibirán castigo. Es idéntico a la admisión de no convertidos a participar de la Santa Cena. En 1ª Cor. 11:30, dice el apóstol Pablo: "Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen (están muertos)".
Los dones del Señor son para el pueblo del Señor, son beneficios exclusivos de los hijos del Reino. En otras partes de la Sagrada Escritura se dice:"ni se convierta y haya para él sanidad"(Is. 6:10):"la fe...ha dado a éste esta completa sanidad"(Hch. 3:16).El apóstol Pablo recomienda a su discípulo Timoteo:"No impongas con ligereza las manos a ninguno, ni participes en pecados ajenos. Consérvate puro" (1ª Timot. 5:22).
En la sociedad actual, donde abundan los problemas de toda índole, abundan también aquellos que ofrecen soluciones mágicas. La gente común visita al mismo tiempo los santuarios católicos y los cultos afrobrasileños, los curanderos y los pastores evangélicos. Esta gente sufre realmente; está buscando respuestas a sus necesidades y es deber de los pastores procurársela. No pueden dejarlos ir con las manos vacías si han golpeado a las puertas de la Casa de Dios. Pero el pastor debe actuar con responsabilidad, y buscar primordialmente que el individuo en cuestión, renuncie a los ídolos y a todo trato que haya tenido en el pasado con las fuerzas de la oscuridad, y que acepte a Jesús como Señor y Salvador personal. Sólo a partir de estas premisas podemos orar por sanidad y milagros en su vida. Debemos recuperar el verdadero concepto de liberación, el cual es algo más que un espectáculo de gritos y revolcones por el piso y, por supuesto, como en todos los avivamientos genuinos, debemos volver a hacer hincapié en el arrepentimiento y en la santidad de vida. La conversión, la justificación por la fe, es el principal mensaje encomendado a las iglesias evangélicas. Aquellas que bautizan adultos deben procurar que los candidatos realicen un buen discipulado; asimismo aquellas que bautizan niños, deben hacerlo con los candidatos a la confirmación. Porque "sin fe es imposible agradar a Dios"(Hbr. 11:6); porque "todo lo que no proviene de fe, es pecado"(Rom. 14:23). En este tiempo de Dios para la Iglesia en que tanto se ha destacado la figura del Espíritu Santo, debemos recordar que la primera acción del Espíritu, es la de convencer de pecado(Jn. 16:8). Sólo entonces, cuando el pastor vea que la persona está limpia de sus pecados por la fe en la sangre de Jesús, podrá ministrarla como lo hizo el apóstol Pablo: "Viendo que tenía fe para ser sanada".
(Pablo Claudio Salvato
jueves 11/06/1998)
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