“Si
éste no fuera malhechor, (por Jesús), no te lo hubiéramos
entregado”. (Juan 18:30)
“Y
se cumplió la Escritura que dice: Y fue contado con los inicuos.”
(Marcos 15:28)
Lectura:
Lucas 23: 26-49
Jesús
cargando su cruz salió al lugar llamado de la Calavera y en hebreo
Gólgota, donde le crucificaron. Y con Él a otros dos malhechores,
uno a cada lado. Jesús en medio decía: “Padre perdónalos porque
no saben lo que hacen”.
El
pueblo pasaba y lo insultaba, los gobernantes y los soldados se
burlaban de Él, diciendo: “A otros salvó, que se salve a sí
mismo, el escogido de Dios”.
Y
repartieron sus vestidos echando suertes.
Colocaron sobre Él el
título de su acusación: “Este es el Rey de los judíos”.
Tres
hombres azotados, golpeados, crucificados, humillados, padeciendo a
la vista de todos los que pasaban. . . Y frente a la muerte.
Los
romanos solamente aplicaban el castigo de la crucifixión a los
esclavos o a los hombres libres culpables de los crímenes más
execrables. Con frecencia se azotaba al condenado, que con el cuerpo
lacerado, era a continuación obligado a llevar su cruz. La muerte
sobrevenía después que el hambre y la sed hubieran surtido sus
efectos.
Aparentemente
los tres eran malhechores condenados a esta pena capital.
Uno
de los crucificados injuriaba a Jesús diciendo:
-”Si
tú eres el Cristo sálvate a tí mismo y a nosotros”.
Le
habló tal como lo había hecho el diablo en el desierto, cuando,
después de que Jesús ayunara cuarenta días, lo tentara diciendo:
-”Si
eres Hijo de Dios dí que estas piedras se conviertan en pan”.
Pero
el otro crucificado, lo reprendió así:
-”¿Ni
siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condenación?.
Nosotros padecemos justamente, porque recibimos lo que merecieron
nuestros hechos, pero éste ningún mal hizo”.
Y
le dijo a Jesús:
-"Acuérdate
de mi cuando vengas en tu Reino”.
Dos
hombres frente a Jesús.
Uno
había conocido al Señor cuando recorría las calles haciendo el
bien, sanando enfermos, liberando cautivos, resucitando muertos. . .
Sabía
que tenía poder y no le iteresaba el Evangelio del Reino que
predicaba, sólo deseaba que Jesús lo baje de la cruz, salvarse,
seguir vivo. Ni le importaba si estaba preparado o no para enfrentar
la muerte. ¡Sálvanos Jesús!
El
otro, en cambio, reconoció su pecado, se arrepintió, le creyó a
Jesús, manifestó fe en Él, lo reconoció como su Salvador y le
pidió que quería pertenecer a su Reino, porque ahora tenía fe que
el Señor iba a resucitar y a regresar.
Y
ahí está Jesús, “el malhechor”, que sin hacer caso de su
situación de crucificado, oraba por sus enemigos, encomendaba a su
madre a un discípulo para que no quede desamparada, consolaba a las
mujeres que lloraban por Él y le extendía su Mano de Salvación al
malhechor arrepentido, diciéndole:
-”
De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
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“Pero
sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento
para conocer al que es Verdadero; y estamos en el Verdadero, en su
Hijo Jesucristo. Este es el Verdadero Dios y la Vida Eterna”. (1ª
Juan 5:20)
Al
Señor Jesucristo crucificado, los hombres lo han llamado: malhechor,
mago, hijo del diablo, mentiroso, blasfemo, hijo de fornicación,
fracasado, débil....
La
ciencia dice que era un demente, que se creía Hijo de Dios y que
había nacido de una virgen, etc.
Algunas
religiones lo reconocen como guía, maestro, profeta pero nunca como
Dios.
El
malhechor arrepentido por fe lo vio resucitado y regresando a buscar
a los suyos.
Y
tú, ¿qué ves al mirar a Jesús crucificado?
(Elena Sanfilippo Ceraso
sábado 04/07/2015)
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