Lectura:
Juan 9:1-41.
Sinagoga:
Asamblea, lugar de reunión. Edificio destinado a la lectura y
enseñanza pública de la Ley de Moisés y que servía de Tribunal y
escuela. Estas comunidades administraban sus asuntos religiosos y
civiles por sí mismas, sometiéndose a la legislación del país. Un
consejo de ancianos dirigía la sinagoga y la asociación religiosa
existente. Los judíos la llamaban “casa de reunión”.
Ceguera:
Es muy frecuente en Oriente. Causada por viruela, inflamación de
ojos e intensa luz solar, abundancia de un polvo fino y las
minúsculas moscas. También se utiliza para describir el estado del
hombre natural bajo satanás, para el creyente que aborrece a su
hermano, etc.
Jesús
acababa de escapar del templo porque los judíos querían apedrearlo
para matarlo. ¡Estaban furiosos! Lo llamaron “hijo de
fornicación”. Jesús les había dicho una frase matadora:
-“Antes
de que Abraham fuese YO SOY”
Al
pasar, Jesús vio a un ciego de nacimiento mendigando y dijo a sus
discípulos que “la Gloria de Dios se iba a manifestar en este
hombre”. Escupió en tierra e hizo lodo con la saliva y untó los
ojos del ciego. Luego lo envió a que se lave en el estanque de
Siloé. El hombre le CREYÖ a Jesús, le obedeció y regresó
¡VIENDO!.
¡Cuánta
simplicidad! Ya está, eres sano. Ahora, vé a vivir una vida normal
junto a los tuyos. El sufrimiento, la mendicidad, el abandono,
¡quedaron atrás!
Los
vecinos no podían creer que el ciego que mendigaba hubiera
recuperado la visión aunque él les repetía: ¡Yo soy!
Para
el resto de la comunidad este milagro no era tan simple, ni para las
autoridades de la sinagoga. ¿Por qué? Este Jesús buscando
problemas otra vez: sanó en día de reposo y le abrió los ojos a
un ciego de nacimiento. ¿Cómo lo había hecho? Si sólo Dios podía
curar a un ciego de nacimiento, sólo Dios perdonaba pecados. Este
Jesús era un hombre pecador y nacido en pecado…Entonces el ciego,
no era ciego, mentía…
Todos
le preguntaban una y otra vez: -¿Cómo te fueron abiertos los ojos?
-Aquel
que se llama Jesús, hizo lodo… Fui, me lavé en el Estanque de Siloé y recibí la vista.
-¿Dónde
está él?
-No
sé.
Claro
que no sabía nada del Señor Jesús. Lo increíble de este suceso
fue que Jesús pasaba por ahí, lo vio, lo sanó y siguió su camino.
Sólo
esperaba que todos se alegraran con él. ¡Veía! ¡Había nacido
ciego y ahora veía! Eso era lo importante. ¿No lo estaban viendo?
La verdad que, ¡ellos parecían ciegos! ¡Qué alboroto en la
comunidad! ¡Sí, pero no precisamente de alegría!
Volvieron
a preguntarle los fariseos cómo había recibido la vista. Y el
hombre volvió a narrar lo sucedido. Y así pasaron los días, de
interrogatorio en interrogatorio. Todos murmuraban: -¿Lo curó con
lodo? Este hombre, (por Jesús), es pecador, no procede de Dios.
Este
“Encuentro” con Jesús y el milagro de sanidad trajeron para él
una gran cantidad de problemas a los que se sumaban angustia, discusiones,
preocupaciones…
Y
continuaron pasando los días. No hubo festejo en la sinagoga donde
se reunía la comunidad. ¡Nada de eso! ¡Lo trataron de mentiroso y
de que había fingido ser ciego!
Las
autoridades acordaron de que si alguno confesaba que Jesús era el
Mesías, sería expulsado de la sinagoga. ¡Tremendo castigo! Todas
las familias judías pasaban por esta “casa de reunión”.
Las
autoridades de la sinagoga decidieron llamar a los padres, quienes
solamente confirmaron que este hombre era su hijo y que había nacido
ciego de nacimiento. Pero de cómo había ocurrido el milagro, no
sabían nada. El miedo a ser expulsados les hizo hablar así.
Pobre
hombre, había sido anteriormente un ciego mendigo. Pero desde que
Jesús lo bendijera con el milagro de la visión, se vio envuelto en
una historia de miedo, mentiras, falsos testimonios, soledad,
enojos.. Lo volvieron a llamar y le preguntaron todo otra vez, lo
injuriaron y le reprocharon que era discípulo de Jesús, “el
pecador”.
Luego
de un fuerte intercambio de palabras, sin temor, les dijo:
- Dios
no oye a los pecadores. Pero si alguno hace su voluntad y es temeroso
de Él, a ése oye. Desde el principio no se ha oído decir que
alguno abriese los ojos a uno que nació ciego. Si Éste, (por
Jesús), no viniera de Dios, nada podría hacer.
Y
se enojaron las autoridades de la sinagoga, lo acusaron de haber
nacido en pecado, ¡y lo expulsaron!
¡Estaban
ciegos! ¡Lo habían expulsado! Aún no conocían al Verdadero Dios.
Ahora que veía, se quedaba solo. Nadie quería tener problemas en la
sinagoga.
Pero
él había sido valiente, sin temor respondió a las acusaciones, no
mintió acerca de lo que creía de Jesús, sino que CONFESÖ
públicamente que era un Enviado de Dios y soportó el castigo de la
expulsión de la sinagoga. Aún cuando sabía que los padres ya no lo
iban a aceptar pues ellos ya habían realizado su opción.
Desde
que Jesús había pasado a su lado y se detuvo para sanarlo de su
ceguera, todo había cambiado en su vida. Los maestros ciegos de la
sinagoga le habían enseñado que era ciego de nacimiento por haber
nacido del todo en pecado. Y que sólo Dios podía curar esta
ceguera. Pero como no lo reconocían a Jesús como enviado de Dios,
sino que afirmaban que era pecador, hijo de fornicación y que hacía
las obras en nombre del diablo, que era mentiroso y tenía demonio, el milagro que él había recibido de acuerdo a estas afirmaciones,
¡nunca podía venir de Dios! ¡No era Dios quien lo había curado! Y
lo expulsaron por no aceptar “esta verdad” que los ancianos
proclamaban públicamente.
Pero
Jesús no sólo le había dado visión, sino que se dio cuenta que
toda su vida había creído que era ciego porque nació en pecado.
¡Cuántas humillaciones había sufrido por este concepto erróneo! Y
ahora conocía la Verdad sobre el origen de su enfermedad, que
ninguna autoridad religiosa había pronunciado jamás. Había
escuchado a Jesús decir, antes de sanarlo:
-“No
es que pecó éste ni sus padres, sino para que las OBRAS DE DIOS SE
MANIFIESTEN EN ÉL” ¡Era la voluntad de Dios lo que le había
ocurrido! ¡Dios lo había elegido para manifestarse a través de él!
Y había llegado el momento, no fue casualidad el Encuentro con
Jesús. Pero la comunidad, la familia, los ancianos de la sinagoga
estaban en su contra porque sus ojos espirituales estaban cerrados y
sólo Jesús tiene el poder para abrirlos.
Estaba
solo. Lo dejaron solo. Pero veía. ¡Ahora veía todo! ¿Qué había
creído desde niño? Los conceptos erróneos aprendidos lo llevaron a
vivir miserablemente. No iba a volver atrás a suplicar por
misericordia. A decir verdad, nunca la habían tenido con él: había
sido sólo un ciego mendigo. Es más, había sido un “ciego guiado
por otros ciegos”. Pero… ¿deambularía solo por ahí?
¿Y
AHORA QUÉ?
Y
ahora falta lo mejor. El Buen Pastor nunca abandona a sus ovejas.
Sale a buscarlas hasta que las halla. El Buen Pastor su vida da por
sus ovejas.
Le
contaron a Jesús que el buen hombre había sido expulsado de la
sinagoga y salió a buscarlo. Cuando lo halló, le preguntó:
-¿Crees
tú en el Hijo de Dios?
-¿Quién
es Señor, para que crea en Él?
-Pues
le has visto, y el que habla contigo, ÉL es.
-Creo
Señor. Y le adoró.
¡Las
obras de Dios se habían manifestado en él! Ahora veía físicamente
y espiritualmente.
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“Para
juicio he venido Yo a este mundo, para los que no ven, vean, y los
que ven, sean cegados”. Señor Jesús.(Juan 9:39)
Dios
también quiere manifestar sus Obras en tu vida. Sólo dile a Jesús:
CREO, SEÑOR. Y ADÓRALO, ÉL ES DIOS.
1°
Corintios 2: 9- 16. “Cosas que ojo no vio ni oído oyó… son las
que Dios ha preparado para los que le aman”.
Pero Dios las revela
por el Espíritu Santo sólo a quienes adoran a Jesús y sus ojos
espirituales han sido abiertos por Él. Éstos son los que tienen la
mente de Cristo. “Pero el hombre natural no percibe las cosas que
son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede
entender, porque se han de discernir espiritualmente”.
¿Sabías
que sólo hay dos clases de personas: natural o espiritual?
“Porque
la Palabra de la Cruz es LOCURA a los que se pierden, pero a los que
se salvan es PODER DE DIOS”. (1° Corintios 1: 18).
MEDITA:
¿Cuál
es tu reacción ante la Predicación de la Palabra de Dios y del
Evangelio de Jesús?:
- ¿Te
has arrepentido de tus pecados y le has pedido al Señor Jesús que
entre en tu corazón? ¿Lo has recibido como Salvador Personal y Señor
de tu vida?
-¿O
crees que es locura y no la puedes entender?
(Elena Sanfilippo Ceraso
jueves 16/07/2015)
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