Adulam era un pueblito en el desierto de Judá. Las grutas del desierto de Judá fueron en todo tiempo refugio de los perseguidos y de todos los que estaban fuera de la ley. Etimológicamente significaría "Lugar secreto". Llegó a ser el cuartel general de David y el lugar donde halló refugio cuando huía de Saúl. Nos dice el relato bíblico que toda la familia de David descendió de los montes de Belén a él, uniéndose además de sus parientes "todos los afligidos, y todo el que estaba endeudado, y todos los que se hallaban en amargura de espíritu" (según la RVR).
David era el rey ungido de Dios (Mesías), juntándose a él otro ungido, el sacerdote Abiatar y también el profeta Gad. Aconteciendo que el favor de Dios pasaba por Adulam y no por Jerusalén, la sede del gobierno y el lugar oficial de adoración. Este suceso es un tipo del Señor Jesús Profeta, Sacerdote y Rey a la vez y del actual tiempo de la Iglesia, su pueblo, constituido por todos aquellos que respondieron a su llamado expresado en Mt. 11:28: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados que yo os haré descansar".
La Jerusalén sobre la cual ha de reinar el Mesías todavía no ha descendido de los Cielos; Jesús reinará junto a sus fieles en su Segunda Venida, los cuales serán constituídos en reyes y sacerdotes por mil años; algo similar a lo ocurrido con esos cuatrocientos marginados que siguieron a David. Y si todavía no estamos en Jerusalén, debemos por tanto estar en la Cueva de Adulam. En este momento reina el príncipe de este mundo; las formas externas que rechazaron a Jesús continúan haciéndolo con sus seguidores de todos los tiempos. Pero ocurre que el Rey Mesías no está muerto ¡VIVE!, aguarda el momento establecido por su Padre para tomar el control total de este mundo y dar el castigo merecido a sus enemigos. Mientras tanto sus discípulos pueden encontrar refugio bajo la sombra de sus alas del "presente siglo malo", y luego, cuando la "Gran Tribulación" haya llegado, los conducirá a un "lugar secreto" hasta que satanás haya sido encadenado (cf. Salmos 57 y 142).
Los pobres en espíritu, futuros habitantes de la Nueva Jerusalén, deben por lo tanto meditar en el significado de vivir en Adulam, el cual se halla en las palabras del Señor en Jn. 18:36: "Mi Reino no es de este mundo", lo que implica en palabras de Stgo. 1: 27: "guardarse sin mancha del mundo", esto es, vivir en una perspectiva escatológica, sabiendo que este es el tiempo del Peregrinar y del reinado de las tinieblas; tinieblas estas que no se hallan solamente fuera de la Iglesia sino, lamentablemente, también dentro de ella, infiltradas para poder destruirla mejor, extraviando a los elegidos (Mt. 24: 24).
Es una falsa ilusión querer cambiar este mundo actual mediante la acción política parlamentaria o revolucionaria, cuando la Escritura inspirada es clara: Sólo la intervención directa de Dios en la historia detendrá el abrupto deterioro de la sociedad adámica.
Que todos los que se hallen vacíos interiormente, sean concientes que nada en este mundo puede plenificarlos. Que todos los que se hallen cargados de deudas (pecados), se acerquen a la nueva Adulam y se pongan al servicio y al cuidado del Rey Jesús, el Único capaz de satisfacer plenamente los anhelos del corazón humano.
David era el rey ungido de Dios (Mesías), juntándose a él otro ungido, el sacerdote Abiatar y también el profeta Gad. Aconteciendo que el favor de Dios pasaba por Adulam y no por Jerusalén, la sede del gobierno y el lugar oficial de adoración. Este suceso es un tipo del Señor Jesús Profeta, Sacerdote y Rey a la vez y del actual tiempo de la Iglesia, su pueblo, constituido por todos aquellos que respondieron a su llamado expresado en Mt. 11:28: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados que yo os haré descansar".
La Jerusalén sobre la cual ha de reinar el Mesías todavía no ha descendido de los Cielos; Jesús reinará junto a sus fieles en su Segunda Venida, los cuales serán constituídos en reyes y sacerdotes por mil años; algo similar a lo ocurrido con esos cuatrocientos marginados que siguieron a David. Y si todavía no estamos en Jerusalén, debemos por tanto estar en la Cueva de Adulam. En este momento reina el príncipe de este mundo; las formas externas que rechazaron a Jesús continúan haciéndolo con sus seguidores de todos los tiempos. Pero ocurre que el Rey Mesías no está muerto ¡VIVE!, aguarda el momento establecido por su Padre para tomar el control total de este mundo y dar el castigo merecido a sus enemigos. Mientras tanto sus discípulos pueden encontrar refugio bajo la sombra de sus alas del "presente siglo malo", y luego, cuando la "Gran Tribulación" haya llegado, los conducirá a un "lugar secreto" hasta que satanás haya sido encadenado (cf. Salmos 57 y 142).
Los pobres en espíritu, futuros habitantes de la Nueva Jerusalén, deben por lo tanto meditar en el significado de vivir en Adulam, el cual se halla en las palabras del Señor en Jn. 18:36: "Mi Reino no es de este mundo", lo que implica en palabras de Stgo. 1: 27: "guardarse sin mancha del mundo", esto es, vivir en una perspectiva escatológica, sabiendo que este es el tiempo del Peregrinar y del reinado de las tinieblas; tinieblas estas que no se hallan solamente fuera de la Iglesia sino, lamentablemente, también dentro de ella, infiltradas para poder destruirla mejor, extraviando a los elegidos (Mt. 24: 24).
Es una falsa ilusión querer cambiar este mundo actual mediante la acción política parlamentaria o revolucionaria, cuando la Escritura inspirada es clara: Sólo la intervención directa de Dios en la historia detendrá el abrupto deterioro de la sociedad adámica.
Que todos los que se hallen vacíos interiormente, sean concientes que nada en este mundo puede plenificarlos. Que todos los que se hallen cargados de deudas (pecados), se acerquen a la nueva Adulam y se pongan al servicio y al cuidado del Rey Jesús, el Único capaz de satisfacer plenamente los anhelos del corazón humano.
(Pablo Claudio Salvato
martes 22/04/1997)
martes 22/04/1997)
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