La vida del p. Julio se caracterizo por un servicio silencioso de amor y de humildad dedicada a los fieles del Santuario de Santa Rita en Buenos Aires. Hombre de poca salud y, a veces, de carácter esquivo; sin embargo con nobles sentimientos y gran compasión sirvió al Pueblo de Dios como lo que era, un sacerdote piadoso, misericordioso y caritativo con todos. A ejemplo de su hermano de Congregación y mentor, el p. Severino Canoniero, aprendió a pasar horas y horas en el confesionaro para acercar el perdón del Señor a quien lo pidiese. Por más de treinta años fue el asesor del Grupo Scout de la Parroquia, uno de los más grandes e importantes, participando siempre en sus campamentos anuales. El Santuario, por más de treinta años, se guió por su presencia constante en el confesionario o en la secretaría parroquial donde siempre recibió a cualquiera que viniese a pedirle oraciones, consejo o cualquier tipo de ayuda que él siempre intentó responder con lo que tenía y poseía.
Pobre y austero en su vida personal, siempre buscó dar testimonio de Cristo, trabajando en medio de una parroquia particular -que como Santuario ha sido siempre muy frecuentado- y a través de la oración silenciosa y fiel sembrando con su ejemplo esperanza, coraje, fuerza y fraternidad.
Fue párroco por alrededor de diez años para luego dejar el lugar a gente más joven y dinámica, aún permaneciendo como estrecho colaborador en el Santuario.
En la comunidad siempre se caracterizó por ser un hombre de silencio, bueno con todos, siempre hablando bien de los otros. Los fieles le han manifestado una gran simpatía y estima por lo que ha hecho siempre por todos.
Su salud siempre fue frágil y se fue deteriorando mucho en los últimos años. No obstante, mientras pudo, continuó sirviendo.
Se apagó a los casi 84 años el 27 de junio de 2016.
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