"Acordaos de los presos como si estuviérais presos juntamente con ellos; y de los maltratados como que también vosotros mismos estáis en el cuerpo." (Hbr. 13:3).
Lectura: Hechos 3 y 4.
La Biblia nos cuenta de los creyentes que perseveraban en la doctrina, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones, alabando a Dios y comiendo juntos con alegría y sencillez de corazón.
Predicaba Pedro acerca de la muerte y Resurrección del Señor Jesús y exhortaba: "Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el Nombre de Jesucristo para Perdón de los pecados y recibiréis el Don del Espíritu Santo."
Un día, cuando Pedro y Juan iban al Templo a orar, un cojo de nacimiento en la puerta del mismo, les pidió limosna. ¿Qué hicieron Pedro y Juan? Le dijeron:
- Míranos
Luego de obtener su atención, Pedro le dijo:
- No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy: En el Nombre de Jesús de Nazaret, levántate y anda.
Lo tomó de la mano derecha y el hombre anduvo, y entró con ellos en el Templo andando, saltando y alabando a Dios. Y todo el pueblo al verlo y al escuchar su testimonio se llenó de espanto y asombro.
Dijo Pedro: "lo que tengo te doy. . ."
Y nosotros:
¿Qué tenemos? ¿Qué le damos a los que nos piden? ¿Se van saltando y alabando a Dios y testificando del Señor Jesús?.
Pedro no podía darle nada materialmente, pero tenía al Señor Jesucristo. El hombre recibió sanidad en el Nombre de Jesús y abandonó la mendicidad. Y no sólo eso, ¡alabó a Dios por que conoció al Señor Jesucristo!
Había estado mucho tiempo pidiendo en la puerta del Templo, recibiendo moneditas de los que entraban a orar a Dios. Hasta que Pedro lo vió y le entregó lo que tenía: ¡Jesucristo! ¡Y su vida cambió!.
Pero las autoridades del Templo estaban resentidas de que enseñaran al pueblo y anunciasen en Jesús la Resurrección de entre los muertos. Y los echaron en la cárcel y los interrogaron:
- ¿Con qué potestad o en qué nombre hace ustedes esto? (Se referían a la sanidad del hombre cojo).
Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les habló de Jesucristo.
Luego de escucharlos, los intimaron a que de ninguna manera hablen ni enseñen en el Nombre de Jesús.
Pero Pedro y Juan respondieron:
- Juzguen si es justo delante de Dios obedecer a ustedes antes que a Dios.
Entonces, luego de amenazarlos, los soltaron.
Juan y Pedro, puestos en libertad, vinieron a los suyos y contaron todo lo que les había ocurrido.
¿Y qué hicieron los cristianos?. Se fue cada uno a su casa, o acordaron no hablar más, por un tiempo, del Señor Jesús, o que cada uno iba a tomar una decisión personal. . .
¡No, no fue así!
Veamos qué hicieron:
"Y ellos habiéndoles oído, alzaron unánimes, todos juntos, la voz a Dios y dijeron:
Soberano Señor, Tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay, . . .
Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu Santo Hijo Jesús, a quién ungiste, Herodes y Poncio Pilato con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer todo cuanto tu Mano y tu Consejo habían antes determinado que sucediera,
y ahora, Señor:
mira sus amenazas y concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu Palabra, mientras extiendes tu Mano para que se hagan sanidades y señales y prodigios, mediante el Nombre de tu Santo Hijo Jesús".
Sí, así oraron, estos creyentes, unánimes, solícitos en guardar la Unidad del Espíritu, en el vínculo de la Paz, Un Cuerpo y Un Espíritu, como fueron llamados en Una misma Esperanza, Un Señor, Una Fe, Un Bautismo, Un Dios y Padre de todos... (Efesios 4).
¡Tremenda oración! Cuando hubieron orado el lugar en que estaban congregados tembló y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban con denuedo la Palabra de Dios.
Estos creyentes habían orado guiados por el Espíritu Santo, de acuerdo a la Voluntad de Dios. Tenían claro que en esa ciudad se habían unido para actuar en contra de ellos, pero en realidad, estaban en contra del Señor Jesús. Pero no oraron para que Dios por medio de un milagro los librara de ellos, sino que oraron para predicar aún más su Palabra con Poder y Autoridad.
Jesús invita a su Iglesia y a cada cristiano a que hoy actuemos de igual manera que lo hicieron los cristianos de entonces, y vamos a experimentar el Poder del Espíritu Santo en nuestras vidas.
* * * * *
"Acerquémonos confiadamente al Trono de la Gracia, para alcanzar Misericordia y hallar Gracia para el oportuno Socorro". (Hbr. 4:16).
Estamos invitados para acercarnos confiadamente, sin dudas, con seguridad, al Trono de la Gracia. Dios nos está esperando, grande es su misericordia. No nos pide que llevemos nada, la Salvación es por Gracia, gratuita para todos. ¡Y quiere socorrernos!
Si
aceptamos su Invitación de Amor, cada cristiano y la Iglesia que
componemos, vamos a recibir una tremenda respuesta de Dios. Porque Él
es el mismo, no cambia. Sí cambian las personas. Hoy, como entonces
y siempre, religiosos y no creyentes, que se unen para destruir a la
Iglesia de Dios y a cada cristiano, lo que buscan es derribar al Señor Jesús.
Pero Dios quiere socorrernos. Solamente hay que acercarse
confiadamente al Trono de la Gracia. ¡Sólo eso!
Luego,
el mundo entero va a escuchar el Mensaje que Dios tiene para ellos a
través de la Iglesia y de cada cristiano:
“Así
que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros
pecados, para que vengan de la Presencia del Señor “tiempos de
refrigerio…Y en ningún otro hay Salvación, porque no hay otro
Nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”.
(Hechos 3:19).
Hermano/a:
Si
se han unido en contra de ti para hacerte mal, o como está
ocurriendo hoy, se han unido en contra de la Iglesia de Dios, ESTAMOS
INVITADOS a acercarnos confiadamente, sin dudar, al Trono de la
Gracia. ¡Dios nos está esperando con Misericordia, Gracia y
oportuno Socorro!
¡Acepta
la invitación que Dios te hace por medio de Jesucristo!
Luego, dile
en oración:
“Padre
Celestial, vengo delante del Trono de tu Gracia, por medio de
Jesucristo, con confianza y en respuesta a tu Invitación de Amor,
creyendo en lo que tu Palabra dice, que eres galardonador de aquellos
que te buscan.
Vengo
a Ti a buscar tu Misericordia, Gracia y el oportuno Socorro.
¡Ayúdame!, para que pueda darle a las personas mi Tesoro más
preciado: Jesucristo.
Y
delante de tu Presencia, te ruego por mis Hermanos Pequeños,
Discípulos, Piedras Vivas, que están siendo atribulados,
perseguidos, martirizados… No hay nada imposible para ti.
Manifiéstate con Poder en sus vidas, allí donde y como estén:
encarcelados, enfermos, hambrientos, sedientos… sean ancianos,
huérfanos,…y por los que han dejado todo por no renunciar a su Fe
en Jesús.
Te
entrego toda mi vida. ¡Úsame! Me arrepiento de ser individualista,
egoísta, de pensar sólo en mis necesidades personales… Te pido
perdón por no orar por mis Hermanos en el mundo, por los cuales
también Jesús murió y Resucitó.
Ayúdame
a que solo y en compañía de Hermanos en la Fe, pueda orar con
perseverancia, amor, compasión por mis Hermanos sufrientes.
Te
agradezco por ser un privilegiado y por la libertad que hoy tengo
para leer la Biblia, orar, testificar, etc. En el Nombre de Jesús.
Amén".
Elena
Sanfilippo Ceraso.
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