Los
fundamentos doctrinales del anglicanismo, expresados en el llamado
“Cuadrilátero
Chicago-Lambeth” (1886/1888),
son cuatro elementos de la fe cristiana, basados en un texto del
siglo V conocido como “Commonitorium”,
de San Vicente de Lerins: “Id
teneamus, quod ubique, quod semper, quod ab omnibus creditum est; hoc
est et enim vere proprieque catholicum” (“Debe
tenerse como propiamente católico aquello que ha sido creído en
todas partes, siempre y por todos”), a saber:
- La Biblia, o las Escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamentos, como base de la fe cristiana.
- Los Credos Apostólico y Niceno, como resúmenes suficientes de la fe contenida en la Escritura.
- Los Sacramentos del Bautismo y la Eucaristía, como medios indispensables, externos y sensibles (instituidos por Cristo), como medios de la Gracia de Dios, que es interna y espiritual. Esta jerarquización no elimina los otros cinco sacramentos tradicionales (Penitencia, Confirmación, Matrimonio, Ordenación y Unción de los enfermos) que, instituidos por la Iglesia con la autoridad de Cristo, se añaden a los dos primeros.
- El anglicanismo posee sucesión apostólica ininterrumpida y reconocida por las iglesias ortodoxas y veterocatólicas, y que a la luz de las últimas conversaciones entre la Iglesia Católica Romana y la Anglicana en la ARCIC (Comisión Internacional Anglicana-Católica Romana) se reconocerían como validas también por el romanismo, aunque aún no de forma oficial.
Estos
cuatro elementos se comprenden a la luz de la tríada: Biblia,
Tradición y Razón, que sirven como triple criterio para discernir
la fe y la ética del cristiano:
La
Santa Biblia
Es
la fuente y autoridad de toda doctrina. Creemos que las Escrituras
contienen toda la doctrina necesaria para la salvación, y que nada
que no esté explícita o implícitamente en ellas es considerado
como artículo de fe, ni necesario para la salvación. Tanto el
Antiguo como el Nuevo Testamento contienen la Revelación de Dios a
los hombres, y son, por tanto, la Palabra inspirada del mismo Dios.
La
Tradición Apostólica
Nos
ayuda a interpretar la Escritura y se subordina a ella. Nos permite
conocer como los primeros cristianos interpretaban y vivían la fe.
La
Razón iluminada
por la fe
Nos
ayuda a entender y aplicar en situaciones específicas la doctrina y
práctica de la Iglesia.
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