Los tres principales reformadores protestantes –Martín Lutero, Ulrico Zuingio y Juan Calvino- tenían perspectivas diferentes en cuanto a la celebración de la Navidad que siguen con nosotros hasta el día de hoy.
Hoy vamos a explicar brevemente la postura de cada uno de nuestros celebrados antepasados evangélicos.
1.- Lutero, totalmente a favor
A Lutero, el más fogoso, carismático y gracioso de los reformadores, le encantó celebrar la Navidad y predicó muchas veces sobre el nacimiento de Cristo cuando se acercaba el 25 de diciembre.
Puesto que Lutero se aferró al principio normativo en la adoración, esto es, que se acepta todo lo que la Escritura no prohíbe, el alemán se sintió enteramente justificado a la hora de celebrar la encarnación de manera especial una vez al año.
En su sermón ‘Un niño nos es nacido’ (predicado el día 26 de diciembre, 1531) hizo hincapié en la fe de los pastores quienes, “en contra de lo que les dicen sus cinco sentidos […] concluyen: Éste es el Rey, el Salvador, el gran gozo para todo el pueblo. Así, en el corazón de los pastores todo pareció pequeño y nada fue grande sino solamente aquellas palabras del ángel. Tan grandes fueron que aparte de ellas los pastores no vieron nada; se llenaron de ellas y quedaron como embriagados, de modo que se pusieron a propalarlas en alta voz, sin preguntar por lo que podrían decir los grandes señores en Jerusalén que mandaban en el templo y en el [Sanedrín]. Al contrario: sin la menor señal de miedo ante las autoridades predican al Cristo mendigo”.
El mensaje, caracterizado por un tierno espíritu pastoral, se enfoca en el poder de la perfecta justicia de Cristo, la cual nos salva a través de la sola fe en su Evangelio. “En mi propia persona soy un pecador, predica el alemán, pero en Cristo, en el bautismo y en la Palabra, soy un santo”. Allí está el verdadero mensaje de la Navidad. El que es Admirable y Consejero nos limpia de todo pecado por medio de su muerte expiatoria y resurrección.
Lutero se aprovechó de las fechas especiales para dar a conocer las buenas nuevas del Evangelio que los pastores habían oído.
2.- Zuinglio, totalmente en contra
Al otro lado del espectro evangélico estuvo Ulrico Zuinglio. Sin lugar a dudas Zuinglio era el más radical de los tres reformadores magistrales; no obstante, los protestantes más radicales (los anabaptistas) acabaron apartándose del reformador de Zúrich por dos razones: 1) Zuinglio seguía bautizando a los niños; 2) Zuinglio no creyó que la Iglesia tuviese que ser independiente del Estado.
Según van Dellen y Monsma, Zuinglio rechazó todos los días festivos eclesiásticos en Zúrich. 1 Dado que Zuinglio creyó en el principio regulativo de la adoración, a saber, la idea de que las iglesias deben hacer solamente lo que las Escrituras enseñan y exigen que hagan, se opuso a cualquier celebración que no fuese explícitamente mencionada en el texto bíblico. Esta creencia es una de las diferencias clave entre las iglesias luteranas y reformadas.
Fue esa misma convicción tocante al principio regulativo la que llevó a los presbiterianos escoceses y a los puritanos ingleses a rehusar celebrar la Navidad. De hecho, mientras el protestante Oliver Cromwell sirvió como Lord Protector de Inglaterra, Escocia e Irlanda entre 1653-58, llegó a prohibir la Navidad a nivel nacional.
3.- Calvino, cada uno conforme a su conciencia
Como en el caso de la Santa Cena, el que tuvo que mediar entre Lutero y Zuinglio con respecto a la Navidad fue el refugiado francés Juan Calvino.
Aunque Calvino aceptase el principio regulativo de Zuinglio y no el principio normativo de Lutero, creía que cada congregación local podía determinar cómo mejor celebrar (o no celebrar) la Navidad. A pesar de que algunos aseveren que Calvino se opuso a la Navidad, el reformador escribió dos cartas específicas (enero 1551 y marzo 1555) para aclarar su postura al respecto.
En la carta de enero 1551, explica que las autoridades de Ginebra ya habían abolido la celebración de los días festivos antes de que él llegara a la ciudad. Y dice en términos explícitos que él mismo –a nivel personal- sí celebró “el nacimiento de Cristo”.
En la segunda carta, Calvino se opone a aquéllos que critican a ciertas iglesias que deciden conmemorar fechas especiales. Según el francés, estas cuestiones son “asuntos de indiferencia”. Cada iglesia puede tomar la decisión que sea después de haber meditado sobre el tema. En otras palabras, una iglesia tiene libertad en Cristo para celebrar la Navidad o para no celebrarla. Pero no tiene porqué meterse con otras congregaciones que hacen lo contrario.
Conclusión
Estas tres corrientes siguen con el pueblo evangélico hasta el día de hoy. Así que no hay ninguna postura rotundamente evangélica en cuanto a la Navidad.
Personalmente, abrazo la postura de Calvino porque me parece la más madura, sensata y pastoral y la más afín a las palabras del apóstol Pablo: “Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente. El que hace caso del día, lo hace para el Señor; el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace” (Romanos 14:5-6).
Así que:
*Si eres de la línea luterana o la calvinista que opta por celebrar la Navidad: ¡te deseo una muy, muy, muy feliz Navidad este año!
*Si eres de la línea zuingliana, la anabaptista o la calvinista que decide no celebrar la Navidad: ¡qué lo pases genial este mes de diciembre!
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1 VAN DELLEN, Idzerd y MONSMA, Martin, The Church Order Commentary (Grand Rapids: Zondervan, 1941), p. 273 citado en WILLIAMS, G.I., Is Christmas Scriptural?
http://www.opc.org/new_horizons/Christmas_scriptural.html
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