Habacuc padeció por la tremenda
injusticia de su época y le recriminó a Dios:
¿Hasta cuándo clamaré y no oirás y
daré voces a Ti a causa de la violencia y no salvarás?
Destrucción y violencia están delante
de mí y pleito y contienda se levantan. Por lo cual, la ley es
debilitada y el juicio no sale según la verdad, por eso el impío
asedia al justo, por eso sale torcida la justicia.
¿Por qué ves a los menospreciadores y
callas cuando destruye el impío al más justo que él?
Este lamento-queja, ¿no te recuerda a
Job cuando hastiado y amargado le habló así a Dios?
¿No ves lo que está ocurriendo, o tal
vez, tienes Tú ojos de carne?
¿Te parece bien que deseches la obra
de tus manos y favorezcas los designios de los impíos?
El tema de la existencia del MAL, del
sufrimiento y la injusticia que padece el justo, de la prosperidad
del impío y de la victoria de los malos en el mundo, hacen que el
creyente pierda la Fe, la Esperanza y el Amor de Dios presentes en
su vida, deje de orar y clamar sin cesar por la Justicia Divina. Todo
esto ocurre al comenzar a dudar de Dios y su Palabra.
¿Para qué
orar si Dios no actúa a favor de los justos?
¿Cuál fue el final de Habacuc?
Dice la Biblia que OYÓ la Palabra de
Dios y TEMIÓ. ¡Volvió a creerle A Dios!
Habacuc narra que Dios le permitió VER
por anticipado, cómo saldría para socorrer a su Pueblo, actuando a
favor de los suyos con tremendo PODER. Dice por ejemplo: Caminaste en
el mar con tus caballos.
En 3:12-19 dice, luego de haber creído
y temido a la Palabra de Dios:
Si bien estaré quieto en el día de la
angustia, cuando suba al pueblo el que lo invadirá con sus tropas…
y aunque falten, por la invasión, los alimentos, los animales, etc.
yo me alegraré en Dios, me gozaré en el Dios de mi Salvación,
porque Dios es mi fortaleza, quien hace sus pies como de ciervas y
en sus alturas me hace andar.
Habacuc ya no le recrimina nada a Dios,
porque descubrió que Dios está con él y NO en contra de él, en
la terrible situación que padece. No está solo. Y no sólo eso,
Dios le da los medios para que ande en sus Caminos que están muy
encima de los caminos terrenales. Dios le dio PIES de CIERVAS para
que ANDE en Sus ALTURAS.
¡Oh, cómo anhelo que Dios me dé pies
de ciervas para andar en las alturas!
¿Qué debo hacer?, te preguntas, tal
vez.
Cuando el enemigo intente invadir con
sus tropas, trayendo sobre nosotros todo tipo de males: enojo,
amargura, depresión, aflicción hasta la muerte, porque vemos que
Dios no actúa YA, AHORA, ante la creciente maldad, la injusticia, el
asedio de los malos a su Pueblo o a nuestra vida, debemos fijar
nuestros ojos en Dios, no bajarlos por nada, creer a su Palabra,
porque sólo Jesús es nuestra Salvación y nuestra Fortaleza. Los
tiempos de Dios no son nuestros tiempos.
Él en cambio, nos ofrece PIES de
CIERVAS para andar en Sus alturas, hasta que llegue el tiempo en que
actúe.
El salmista canta en el SALMO 73, su
experiencia personal en relación con la maldad, la injusticia, la
opresión, el asedio, que sufren los justos y la prosperidad de los
impíos.
Al escucharlo, nos hace vivir en carne
propia, el padecimiento de Job, Habacuc, Jonás, Elías, y muchos más
y arroja LUZ a nuestro padecimiento, si es que estamos viviendo una
situación similar a estas personas.
El salmista dice que casi se deslizaron
sus pies, casi resbaló, cuando al mirar la realidad, bajó los ojos,
quitándolos de Dios. Y al hacerlo, tuvo ENVIDIA de los arrogantes y
de la prosperidad de los impíos. ¡Qué hombre sincero! Al fijar sus
ojos en ellos, se dio cuenta de que no tienen congojas por su muerte,
son sanos, fuertes y vigorosos, no sufren esfuerzos en el trabajo ni
reciben azotes, la SOBERBIA es su corona, se visten de VIOLENCIA, sus
ojos están llenos de gordura, de CODICIA y logran satisfacer todos
sus antojos. Hablan con maldad y altanería contra el Cielo. Nadie ni
nada los estorba y alcanzan riquezas.
Así es como el salmista se arrepiente
de ser fiel a Dios, porque dice que al contrario de lo que ocurre con
los impíos, él recibe azotes todo el día y es castigado todas las
mañanas. En vano es temer a Dios. ¿Para qué serle fiel?
El salmista llegó a enfermarse
física, emocional y espiritualmente. Cuenta que se llenó de
amargura su alma, tenía punzadas en el corazón y se compara con una
bestia delante de Dios, ya no le era posible entender ni razonar.
Estaba invadido por la envidia y la amargura. Su carne y su corazón
desfallecen. Pensaba que Dios estaba en su contra, que lo castigaba y
azotaba sin piedad y sin cesar.
Hasta que… un día entró en el
Santuario de Dios y comprendió el fin de los impíos. Vio a Dios que
lo tomó de la mano derecha, lo guió por Su Camino y después lo
recibirá en Gloria.
¿Dónde quedaron la envidia y la
amargura de este hombre?
Desaparecieron al elevar nuevamente sus
ojos a Dios y entrando en su Santuario CONFESÓ:
Fuera de Ti nada deseo en la tierra. La
Roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre. El acercarme
a Dios es mi BIEN.
Hermano/a:
Si las injusticias te alcanzaron,
sufriste la pérdida de tu trabajo, aparecieron problemas familiares,
enfermedades, muerte repentina de un ser querido, perdiste bienes
materiales, posesiones, te desalojaron, te quitaron la vivienda,
fuiste afectado por un secuestro o asesinato de alguien cercano, en
fin, todo tipo de males que abundan en el mundo corren detrás de ti
y además, te das cuenta que te hiere la prosperidad del impío…
Te ruego, querido Hermano/a, que no
bajes la mirada de Dios y que no te quites los pies de ciervas que
te dio para andar en sus alturas.
¡Continúa, continúa en las alturas!
Si abandonas las alturas, los dardos
de fuego del maligno te alcanzarán y sus mentiras acerca de Dios,
traerán a tu vida depresión, enojo, aflicción, amargura, etc. El
propósito del diablo es tu destrucción. Pero Jesús dice en Juan
16:33:
En el mundo tendréis aflicción, pero
confiad, YO he vencido al mundo.
Dí como el salmista: El acercarme a
Dios es MI BIEN.
(Elena Sanfilippo Ceraso
25/01/2017)
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