Por allá por 1820, Allen Francis Gardiner navegaba a las ordenes de Sir Henry Lockwood. El suyo era un mundo ordenado, uniformado, disciplinado, y tan previsible como casi todo lo era si se pertenecía a la Marina de Su Majestad.
Navegó por el Oriente, conociendo Ceilán, Manila, Macao, hasta Penang en China. El viaje de regreso, tocando Nueva Zelanda, lo llevó hasta las costas americanas, donde ya en 1821, estuvo en las islas Juan Fernández, justo cuando Chile se encontraba en plena guerra de independencia. Finalmente, fondearon en el puerto de Valparaíso, y partiendo desde allí, Gardiner visitó Santiago, y en el Perú, conoció al general San Martín.
Retornaron por la Polinesia y por Australia. Tal vez conoció a muchos infieles por todo el mundo, puesto que una vez en Londres, Gardiner ofreció sus servicios a una sociedad misionera. Se casó con Julia Susanna Reade, tuvieron cinco hijos.
Trece años más tarde, fallecen la esposa y un hijo; no tiene otra alternativa que pedir la baja de la Marina para atender a sus hijos y buscarles otra madre.
Para 1834, ya totalmente decidido a dedicarse a Dios, parte hacia África como misionero, y financia sus recorridos vendiendo biblias. Se interna en territorio zulú donde, poco antes, había sido asesinado el temido rey Chakka a quien reemplazaba ahora su hermano Dingarn.
En África, Gardiner organiza una ciudad y traza sus planos, llamándola Durban en homenaje al gobernador local. Al fin, consigue madre para sus hijos, se casa con Elizabeth Marsh.
En 1837, en ciudad de El Cabo, se le muere otra hija. Al fin se convence que el África no lo quiere recibir, y regresa a Inglaterra cuando se producen los enfrentamientos entre boers y zulúes.
Pero no pierde su entusiasmo. Al año siguiente, está en Río de Janeiro con su nueva esposa y los hijos que le quedan. Ahora intenta ser misionero en Sudamérica, recordando a los indígenas que conoció en Chile y Perú en 1821. Llega a Montevideo, donde presencia el fusilamiento de 80 indios y un oficial; logra cruzar a Buenos Aires no obstante el bloqueo francés. Parte en galera, con su familia, y en 14 días llega a Mendoza. Se hospeda en una chacra propiedad del gobernador Félix Aldao, para aguardar la llegada de la primavera antes de intentar el cruce de la cordillera.
Cruzan los Andes por el paso de Uspallata, llevando a los niños en cestos. Llegan a Santiago. El río Bío Bío es en Chile la frontera con los indios mapuches. Se traslada a Los Ángeles, pero sigue al sur, buscando un lugar para instalar su misión. Mientras, sigue vendiendo, cuando puede, algunas biblias. Finalmente, se entrevista con el cacique Corlaban, pero se retira porque le advierten de la belicosidad de los huiliches. Se repliega a Concepción.
En 1839 Gardiner se traslada vía marítima a Valdivia. Sigue viaje más al sur, hasta el lago Ranco, donde el cacique Naggiman le autoriza a instalarse, pero sólo "por una luna". Ahora emprende viaje a Osorno. Habla con los indios locales, que tampoco le permiten quedarse. Desde Valparaíso, al fin embarca hacia Sydney, decidido a radicarse en nueva Guinea, donde se encuentra durante 1841, y tampoco tiene éxito. Se vuelve a Valparaíso. Decide intentar suerte en Chiloé, y se embarca hacia Ancud, pero este mismo año regresa a Valparaíso para dirigirse, con su esposa y dos hijos, aún más al sur. Arriban a las Malvinas a bordo del "Juana" para la Navidad, a Puerto Louis, donde viven 49 personas en chozas, y no hay autoridad alguna.
Llega a las Malvinas en calidad de Gobernador el capitán Richard Moody, en 1842. Gardiner deja a la familia en Puerto Louis, contrata la goleta "Montgomery" de Charles Melville que lo lleva a la isla Nueva, en el canal de Beagle, donde encuentra a dos balleneros en plena actividad. Aquí le hablan de la tribu tehuelche que anda por la banda norte del estrecho de Magallanes, y del criollo San León, o Santos Centurión, que viaja con la tribu. Al fin, la misma "Montgomery" lo cruza a la costa fueguina y de aquí sigue a la bahía Gregorio. Centurión le cuenta que un año atrás falleció la reina María, que conoció a los misioneros Titus Coan y William Arms, y Gardiner se convence de la buena voluntad de esta gente para conocer la palabra de Dios.
Regresa contento a Puerto Louis, donde están las naves "Erebus" y "Terror", al mando respectivamente de los capitanes James Ross y Francis Crozier, que se dirigen a la Antártida en misión científica. Gardiner parte hacia Inglaterra, ahora sí convencido que ha encontrado su destino.
Después de seis años de recorrer el mundo con su familia, buscando empeñosamente un lugar donde oficiar como misionero y vendiendo biblias, llega a Inglaterra en 1843..
Se organiza, recauda donaciones, y rápidamente zarpa, a bordo de un carbonero, con destino a la Isla de los Estados, esta vez solo. Hace escala en Montevideo, que está rodeada por las fuerzas de Oribe, aliado de Rosas. El puerto está otra vez bloqueado pero igual se las arregla para cruzar a Buenos Aires. Aquí conoce al pastor John Armstrong quien lo ayuda. Viaja hacia el norte a predicar y vender biblias. Llega a Córdoba en diligencia y visita al gobernador Manuel "Quebracho" López. En Santiago del Estero gobierna Felipe Ibarra, Gardiner sigue vendiendo biblias. Finalmente, en Tucumán se entrevista con el gobernador Celedonio Gutiérrez y sigue con sus biblias, aunque el cura católico avisa a los feligreses, durante sus sermones, que se trata de "libros herejes". Regresa a Montevideo.
Gardiner está de vuelta en Inglaterra, después de siete meses de ausencia, y se dedica a organizar una Sociedad Misionera propia.
Acompañado por Robert Hunt, cruza el Atlántico en 1845, en viaje relámpago, directo a la bahía San Gregorio para ir preparando las cosas; reembarca hacia Valparaíso y en junio está de vuelta en Inglaterra.
En setiembre del mismo año, el incansable Gardiner llega una vez más a Montevideo, justo que Inglaterra y Francia están en guerra con el gobierno de Buenos Aires. Buenos Aires a la vez tiene conflictos con la provincia de Corrientes y con el Paraguay, y Gardiner quiere viajar al Pilcomayo! Y lo hace: embarca hacia Valparaíso vía cabo de Hornos...
Arriba a Valparaíso en 1846, y de aquí se traslada al puerto boliviano (sí, boliviano) de Cobija. Para marzo llega, nomás, al Pilcomayo, después de un penosísimo trayecto. Debido a la disentería se repliega a San Luis de la Frontera, donde lo visita el gobernador Sebastián Estensoro, quien le promete su apoyo si presenta un proyecto concreto de evangelización de los indios ante el Congreso de Bolivia. Feliz porque al fin dispone de apoyo institucional, Gardiner retorna a Cobija desde donde se dirige a Panamá y a Inglaterra.
En Bolivia, cambian las autoridades debido a una revolución: Gardiner otra vez se queda sin la garantía oficial para instalarse en el Gran Chaco. Así que se dedica a recorrer Inglaterra y Escocia recaudando fondos, nuevamente pensando en la región fueguina.
En Oxford, Inglaterra, corriendo el año 1847, se conocen Waite H. Stirling y Allen F. Gardiner; éste último ya había fundado la Sociedad Misionera de la Patagonia.
En setiembre del siguiente año, Allen Gardiner y sus colaboradores navegan en el "Clymene" hacia la isla de los Estados y desembarcan en la isla Picton; reman hasta Banner Cove con los botes que se han traído, levantan una choza y ... aparecen indios canoeros.
Resultan tan molestos los indios yaganes, que Gardiner regresa al barco y parte una vez más, no sin dejar un par de cabras y plantar algunas semillas. Aquí concibe la idea de una misión flotante-itinerante para recorrer toda la región constantemente. Regresa a Inglaterra por Panamá, visitando otra vez Perú, de pasadita, donde vende algunas biblias más. Ya llegó el año 1849.
Gardiner emprende otra vez la recaudación, para lo que no es muy bueno, pero conoce a George Packenham Despard, que queda a cargo de la administración de la Misión y recorre el país recaudando fondos, resulta muy bueno en esto. Lejos de abandonar el proyecto, ahora que tiene un buen recaudador, Gardiner quiere ir a Wulaia, donde FitzRoy dejó a Jemmy Button en 1832.
Como no han reunido suficiente como para construir un bergantín, compran dos pequeños veleros que, como novedad, tienen casco de hierro, lo que consideran adecuado para la zona austral. Son bautizados "Speedwell" y "Pioneer".
Con sus dos veleros, Gardiner arremete nuevamente. En esta oportunidad, incorpora al cirujano Richard Williams, a un catequista llamado John Maidmant, al carpintero Joseph Erwin y a tres robustos pescadores de Cornwall: Badcok, Pearce y Bryant.
El 5 de diciembre de 1850, después de 3 meses de viaje, los barcos de Gardiner llegan a Tierra del Fuego, a la isla Picton, donde aún pastan las cabras que dejara un año antes; el "Ocean Queen" que los trajo se va, así que desde ahora, sólo dependen de sus dos lanchones. Reencuentra a los indios que quieren apoderarse de todo lo que ven. Como no pueden detenerlos, ni combatirlos (la misión es evangelizadora), vuelven a cargar lo que pueden salvar y parten.
Los yaganes persiguen constantemente a Gardiner, con sus canoas más ligeras que las pesadas embarcaciones misioneras. Finalmente, encuentra reparo en Spaniard Harbor (Bahía Aguirre). No es buena costa, el "Pioneer" queda destrozado, y los hombres comienzan a tener problemas de salud. El mar invade la cueva donde viven, barriendo con todo, incluyendo las biblias. Así que se decide y, con el "Speedwell", navega hasta la isla Picton, donde pinta grandes mensajes para algún buque de auxilio, sobre los peñascos de Banner Cove: "Caven aquí abajo vayan a Spaniard Harbor marzo 1851" y debajo, entierra una botella conteniendo un mensaje.
Del 22 de junio es la última anotación en el diario de Williams. Sus últimas palabras: "La voluntad del Señor sea hecha". Bradcock es el primero en morir.
En julio, Gardiner escribe que hace siete semanas que están a ración reducida y que, últimamente, aún ésta ha sido limitada por la necesidad. En agosto mueren Edwin y Bryant.
El 4 de setiembre Allen Francis Gardiner hace la última anotación en su diario: "Alabanza a Dios, gratitud al prójimo".
Allen fue el último en morir, y la primavera llegó sin que hubieran logrado compartir el evangelio de Dios ni siquiera a un indio yagán. Estos son algunos de los textos que escribió en su diario: «Señor, a tus pies vengo humildemente, y te entrego todo lo que poseo, todo lo que exige tu amor. La escasez es buena, porque todo es tuyo, cuídame en este tiempo de prueba. No permitas que piense como un quejoso. Permíteme sentir tu poder que da vida y aprenderé a adorarte mientras llevo tu cruz.»
El 29 de agosto de 1851, a los cincuenta y siete años, cuando el invierno llegaba a su fin, se despidió de su esposa y de sus hijos e incluyó estas palabras: «Si algún hermano estuviera dispuesto a cumplirme un deseo, le suplicaría que continúe la misión en Tierra del Fuego con vigor. Pero el Señor dirigirá y hará todas las cosas porque el tiempo y la razón pertenecen a él, sus corazones están en Sus manos…».
Allen fue el último en morir, y la primavera llegó sin que hubieran logrado compartir el evangelio de Dios ni siquiera a un indio yagán. Estos son algunos de los textos que escribió en su diario: «Señor, a tus pies vengo humildemente, y te entrego todo lo que poseo, todo lo que exige tu amor. La escasez es buena, porque todo es tuyo, cuídame en este tiempo de prueba. No permitas que piense como un quejoso. Permíteme sentir tu poder que da vida y aprenderé a adorarte mientras llevo tu cruz.»
El 29 de agosto de 1851, a los cincuenta y siete años, cuando el invierno llegaba a su fin, se despidió de su esposa y de sus hijos e incluyó estas palabras: «Si algún hermano estuviera dispuesto a cumplirme un deseo, le suplicaría que continúe la misión en Tierra del Fuego con vigor. Pero el Señor dirigirá y hará todas las cosas porque el tiempo y la razón pertenecen a él, sus corazones están en Sus manos…».
El capitán Gardiner murió en septiembre de 1.851. Las últimas líneas que escribió en su diario, el 6 de septiembre, fueron: «Nuestro querido hermano Maidment se marchó el martes por la tarde en busca de comida y todavía no ha regresado. Con seguridad ya debe de estar en la presencia del Redentor, a quien sirvió con fidelidad. En breve, y por la gracia de nuestro Señor, nos encontraremos todos para cantar alabanzas a Cristo por la eternidad. No tengo hambre ni sed, aunque ya hace cinco días tragamos el último bocado. Maravillosa bondad y amor hacia mí, un pecador».
El 21 de octubre, la "John E. Davison" al mando del capitán William Smiley y con Piedra Buena como oficial, encuentra la "Speedwell" y los cadáveres de Williams y Pearce a bordo, y a Bradcock apenas sepultado en las inmediaciones. Se retira por un temporal sin haber encontrado a los demás.
En enero de 1.852, bajo la orden de la Marina, el barco «Dido», comandado por el Capitán Moorshead, guiado por las pinturas de las rocas de Pictón, encontró el velero Pioneer. Su tripulación enterró a los seis hombres y rescató el diario de la misión. Gardiner, el doctor, el maestro de la Palabra y los marineros murieron de hambre, frío y enfermedad.
Este hombre, de increíble voluntad, intentó evangelizar a los paganos de África, a los indios chilenos Araucana, a los nativos de Nueva Guinea, a los indios tehuelches del estrecho de Magallanes, a los indios caco de Bolivia y a los yaganes del Canal de Beagle. Por el rechazo que sufrió en todos estos lugares, se convirtió en el primer mártir de Tierra del Fuego.
Si se piensa en la época, en las condiciones en que viajó, los lugares por los que anduvo y las distancias que recorrió, se concluye que dar la vuelta en 80 días en globo, vendría a ser turismo de cinco estrellas.
Su misión no concluyó con su muerte; fue continuada por Despard, padre adoptivo de Thomas Bridges, quien fue el primer residente de Ushuaia...
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