lunes, 2 de febrero de 2015

Frederick Denison Maurice, sacerdote y teólogo, el santo patrono del socialismo cristiano


En las áreas de mayor necesidad, o sea las aglomeraciones de población en las nuevas ciudades, heladas y tristes, la llamada clase obrera se había enajenado de la Iglesia nacional (anglicana) por más de una generación de abandono. Si estas gentes eran cristianas, probablemente se adherían a las comunidades metodistas, las grandes iglesias proletarias del siglo (XIX). En una asombrosa carta al Obispo Wilberforce, escrita el 5 de julio de 1843, el Dr. Hook de Leeds deplora el odio que los hombres de esta clase sienten por la Iglesia:" Consideran que la Iglesia pertenece al partido de sus opresores; de aquí que la odien y consideren al hombre de la clase obrera que es miembro de la Iglesia como un traidor a su partido: está fuera de la ley en la sociedad en que se mueve. Los pobres y necesitados pueden ir a la Iglesia sobre el principio de vivir a costa del enemigo; pero ¡ay del joven sano y fuerte que se proclama miembro de la Iglesia!" La Iglesia se enfrentó con la tarea de entrar en este mundo alejado y volverlo a ganar para sí.
Este problema constituye el punto de transición al pensamiento de un hombre que, aunque detestaba y criticaba todos los partidos y sistemas, e igualmente a aquellos a quienes gustara formar un partido "sin partido" para terminar con todos los partidos, estaba en la verdadera línea del liberalismo anglicano, cuando ese término se comprende en su verdadero sentido de la demanda de que la Iglesia sea en todos los aspectos una Iglesia viva: Frederick Denison Maurice (1805-1872). El pensamiento de Maurice es tan amplio y de tan largo alcance que resulta difícil sistematizarlo, encasillarlo en ninguna escuela o tradición. Durante su vida fue diversamente interpretado y, muchas veces, malinterpretado. Un creciente consenso de opinión en las iglesias anglicanas lo considera como el mayor teólogo anglicano del siglo XIX.
Maurice había sido educado como unitario y, en sus años mozos, ya había tenido conexión con casi todas las entidades religiosas de Inglaterra. Su adhesión a la Iglesia nacional (anglicana) no fue, por consiguiente, cuestión de herencia, sino de convicción sobria, seria e inteligente. Creía que la nación como tal es una ordenación de Dios y que el Estado como tal es un siervo de Dios; tenía ideas claras en cuanto a la función que una iglesia debe ejercer dentro de la vida del Estado y la nación: "Una Iglesia nacional debe significar una iglesia existente para purificar y elevar la mente de una nación; para dar a aquellos que hacen y administran y obedecen sus leyes un sentido de la grandeza de la ley y de la fuente donde procede, para decir a los gobernantes de la nación; y a todos los miembros de la misma, que todos los caminos falsos son caminos ruinosos, que la verdad es la única estabilidad de nuestro tiempo o de cualquier tiempo. . .Éste debía ser el significado de una iglesia nacional, una nación quiere una iglesia para este objeto primordialmente; la Igesia está abusando de su confianza si se propone un objeto distinto o más bajo." (Lincoln's inn sermons, II, págs. 93 y ss.).
Uno de los puntos en que Maurice se sintió impelido a proclamar a la nación su deber fue sobre la crisis de la Revolución Industrial. Los evangélicos se habían dedicado a mitigar los males causados por el sistema. Maurice calaba más hondo y veía que un sistema que causaba tanta miseria debía ser malo en sí. La economía política de Adam Smith, el laissez faire de la escuela de Mánchester, la filosofía de los utilitaristas, se combinaban para acallar las conciencias de los hombres con la creencia de que la operación incontrolada de las leyes económicas acarrearía al final la mayor felicidad posible a todos los hombres y que de los sufrimientos de los pobres eran los pobres mismos los principales responsables. Contra tales convicciones y contra el espantoso derroche humano que resultaba de ellas, Maurice se sentía impulsado a protestar en el nombre de la humanidad y de Cristo. Si los economistas declaraban que la competencia libre era la ley sagrada de la industria, la Iglesia debía alzarse y declarar que la cooperación es un principio más sano y duradero.
El socialismo cristiano, dentro del cual estuvo asociado Maurice a partir de 1848, con Charles Kingsley (escritor británico - Holne, Devon, 1819 / Eversley, 1875 - , uno de los promotores del movimiento socialista cristiano) y otros amigos, era poco práctico en muchos de sus hechos y limitado en su influencia inmediata. Tuvo una importancia enorme en cambio, en su influjo creador a lo largo de todo el futuro de la Iglesia. Reveló a los hombres un nuevo mundo de responsabilidad cristiana. Alguno de sus dirigentes, como el Obispo Westcott y F. J. A. Hort, cayeron bajo la influencia de Maurice. Ellos, a su vez, influyeron en Charles Gore y Henry Scott Holland. Y puede rastrearse el poder del pensamiento de Maurice en la Conferencia sobre Política, Economía y Ciudadanía celebrada en Birmingham (1924), en el Compañerismo Cristiano Industrial, en la Conferencia Cristiana Universal sobre Vida y Acción; Estocolmo 1925; y donde quiera que los hombres protesten contra la idea de que hay áreas en la vida del hombre, políticas, sociales o económicas, que pueden existir autónomamente sin someterse a la ley de Cristo.

(Fuente: El Anglicanismo - Stephen Neill - págs. 234 y ss.)

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