jueves, 23 de julio de 2015

Mujeres en el púlpito: la perspectiva bíblica (por Juan Paulo Martínez)


La Biblia es la Palabra de Dios, inspirada, infalible e inerrante. Toda ella es verdadera (Sal. 119.160), perfecta, firme, recta, pura, buena y justa (19:7–11). Ella contiene todo lo que necesitamos saber acerca de nosotros mismos y de Dios (Dt. 29.29), y nos fue entregada y preservada por el Espíritu Santo para efectos de que creamos en Cristo y tengamos vida en su nombre (Jn. 20.31) reteniendo y practicando la sana doctrina vertida en cada una de sus páginas (2 Tes. 2.15). No fue el deseo de nuestro Padre que nos quedáramos hilvanando confusamente entre un libro y otro, sino que ordenó todo para que su Espíritu nos guiara a toda la verdad (Jn. 17.17).
En esta tesitura, nosotros reconocemos que en torno a la enseñanza acerca del gobierno de “la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad” (1 Ti. 3.15), el Señor dejó instrucciones precisas, claras y asequibles a todos los hermanos, de modo que no fuera difícil ser fieles a la verdad. Empero, hoy la Iglesia está siendo gobernada por mujeres que enseñan desde los púlpitos sin reparar en una frontal violación al diseño de Dios para su Iglesia y sus vidas. No me ocuparé aquí de justificar al Señor tratando de ablandar esta verdad bíblica para las hermanas. No porque nos las estime sino porque creo que en muchos otros asuntos graves no cejamos en denunciar la apostasía y error, mientras que al parecer este yerro premeditado pasa desapercibido en muchas comunidades cristianas.
La Palabra de Dios dice:
(P)ues no permito que la mujer enseñe ni ejerza dominio sobre el hombre, sino que guarde silencio. Porque primero fue formado Adán, y después Eva; y el engañado no fue Adán, sino que la mujer, al ser engañada, incurrió en transgresión (1 Ti. 2:12–14).
En el estudio de la Biblia se distinguen entre las costumbres y los principios. Las costumbres son aquellas áreas en la Biblia donde se demandó o aceptó una situación en un contexto histórico inmediato. Este es el caso, por ejemplo, de Lc. 10.4 donde Jesús mandó a los discípulos (los setenta y dos) a no llevar bolsa, ni alforja, ni calzado, y que no se detuvieran a saludar a nadie. Un principio, en cambio, es una norma que Dios estableció para que todos la cumpliesen en todas las épocas por venir. Es el caso, también por ejemplo, de la prohibición de la fornicación en 1 Tes. 4:3 y ss.
¿Cómo sabemos qué es un principio transcultural y qué es una costumbre en la Biblia? A veces puede ser difícil pero en el caso de 1 Ti. 2:12–14, que prohíbe a las mujeres enseñar a los hombres, no lo es. Esto se debe a que la prohibición está basada apelando al orden de la creación. El apóstol indica que esta regla tiene su origen en el Génesis, aún antes de la caída, ya que apunta al hecho de que Adán fue creado primero. Esta apelación a la creación es usada en otros lugares como ocurre en el caso de Jesús al enseñar sobre el matrimonio en Mc. 10:7–8. Allí, el Señor cita Gn. 2.24 para adoctrinar acerca de la unión sagrada entre los cónyuges. Lo mismo pasa con Pablo cuando habla acerca de la sumisión de la esposa al esposo y el amor entre ambos en Ef. 4.31. Estas reglas al igual que las que tocan el gobierno de la Iglesia trascienden la cultura.
Así que el apóstol Pablo ordena a la Iglesia de Cristo que solo los hombres posean un estatus de liderazgo en la misma, lo cual incluye la exclusividad de la predicación durante la asamblea solemne el día del Señor a cargo de los varones. La expresión: “que la mujer no ejerza dominio sobre el hombre” lleva en sí un elemento gramatical usado en las gestiones judiciales (authenteo). De manera que se entiende que las mujeres tampoco pueden ser oficiales de la Iglesia, quienes son al final los que dirigen y pastorean a la grey de Cristo. De hecho, del contexto de 2 Ti. 2.12 se descubre que bajo la influencia de los falsos maestros algunas mujeres habían tomado cargos de liderazgo en la congregación y Pablo estaba allí para corregirlos.
Esta prohibición a las mujeres no es absoluta. La Biblia no ordena que las mujeres callen bajo cualquier circunstancia. 1 Ti. 2.11 dice que ellas deben aprender en silencio y con toda sujeción, pero 1 Co. 11.5 registra que las mujeres de hecho oraban y hablaban durante el culto cristiano. Así las cosas, el silencio y sujeción de la mujer en la Iglesia debe entenderse como una señal de respeto y sumisión ante el gobierno de los ancianos. Las hermanas santas y honorables se sujetarán -como el resto de los varones que no son oficiales de la Iglesia- a la enseñanza y guía de los hombres (1 Ti. 3: 1 y ss; Ti.1:5 y ss.) que fueron ordenados al santo ministerio pastoral y al santo ancianato.
Como se puede observar, esta regla respecto a las mujeres cristianas no se basa en la capacidad intelectual, moral ni fortaleza espiritual de hombres y mujeres, sino en un orden de gobierno que Dios dispuso porque así lo quiso desde el principio (1 Ti. 2.13), obedeciendo al diseño con que nos creó. Abundan las hermanas que superan a los hombres en grados académicos teológicos, que poseen una enorme capacidad comunicativa y expositiva de la Palabra, que llevan vidas de profunda comunión con Dios y saben comunicar el consejo santo a los demás. Hoy en día, en el trágico escenario evangélico, no es raro hallar hermanas cuya devoción al estudio bíblico sistemático supera el de ancianos y diáconos con creces. Esta es una vergüenza no porque se trate de mujeres superando a los hombres -lo cual es irrelevante a la discusión- sino porque los oficiales de la Iglesia deberían ser los más responsables y adelantados en estas tareas pastorales. Pero a pesar de todo esto, Dios dejó registrado que las mujeres no accedieran al pastorado y no tomaran la enseñanza en su poder.
Esta es la posición bíblica que me parece más clara y que deseo que mis hermanas comprendan, para la gloria de Dios.

(http://www.semillabiblica.org/?p=209)


La Declaración de Chicago sobre la Inerrabilidad Bíblica



domingo, 19 de julio de 2015

Jesús, Mi Mejor Amigo


GRACIAS SEÑOR JESÚS POR OFRECER TU AMISTAD SIN HACER DISTINCIÓN DE PERSONAS!

JESÚS: AMIGO DE PUBLICANOS Y PECADORES. (Mateo 11:19)

Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos,
la luna y las estrellas que tú formaste,
digo: ¿qué es el hombre para que tengas de él memoria
y el hijo del hombre para que lo visites? (Salmo 8:3,4)

GRACIAS SEÑOR JESÚS POR SER MI AMIGO! ELENA. 20-7-2015.





Un anglicano es un católico nacional

Hace unos días atrás un conocido mío católico nacional, católico disidente o no romano, como quieran llamarlo, miembro de la Iglesia Católica Apostólica Brasileña*, quién tiene vínculos fuertes con iglesias ortodoxas orientales, me sorprendió al expresarme que consideraba a la Iglesia Anglicana como no católica y no nacional. Mi repuesta fué que, por el contrario, los anglicanos somos los primeros católicos nacionales. Veamos porqué:
Encuentro demasiadas similitudes entre la Reforma inglesa y (porqué no) la brasileña para afirmarlo.
En primer lugar debemos disipar mitos históricos: Al anglicanismo no lo fundó Enrique VIII, como al catolicismo romano no lo fundó el Emperador Constantino. Tanto uno como el otro signaron momentos políticos que fueron aprovechados para manifestarse por movimientos espirituales. En el caso que nos ocupa, Inglaterra y Brasil; fueron reacciones contra el despotismo de la Curia romana: la Reforma inglesa en el siglo XVI tuvo su adalid en el Arzobispo mártir de Canterbury, Thomas Cranmer; la brasileña a Dom Carlos Duarte Costa. Cuando se habla de la Reforma Protestante, se dice que tuvo tres vertientes: radical: anabautistas, cuáqueros y otros grupos libres; moderada: luteranos, calvinistas, etc., conservadora: en este grupo solamente se encuentra el anglicanismo. La Reforma inglesa mantuvo el episcopado histórico y la liturgia sacramental, desconoció la autoridad del pontífice romano (cabe aclarar que entonces no estaba definido el dogma de la infalibilidad papal, el cual se estableció en 1870 en el Concilio Vaticano I, lo que provocó la separación de los llamados “viejos católicos”, que se hallan en comunión con el anglicanismo y han subsanado, por si alguna vez hubo dudas, la validez de las órdenes sagradas anglicanas) y tomó algunos postulados bíblicos del luteranismo, como por ejemplo, la celebración en el idioma del país y ya no en latín, o el matrimonio del clero. Es decir que la reforma anglicana fué cismática y no “hereje”, al igual que la Ortodoxia oriental. Es una patraña que el papa Clemente VII haya excomulgado a Enrique VIII por quebrantar las leyes del matrimonio cristiano. El papa tendría que haber sido sincero y reconocer que estaba presionado por el Emperador Carlos V, del cual, Catalina de Aragón, esposa de Enrique, era la tía. También los Templarios, 200 años antes con otro Clemente, fueron llevados a la hoguera para que el rey de Francia se apropiara de sus riquezas. Tampoco Dom Carlos Duarte Costa fué excomulgado por hereje, sino por denunciar la “Operación Odessa”, organizada por el Vaticano para permitir la fuga de los oficiales nazis (así fué como Eichmann entró en nuestro país).
La reforma de Duarte Costa fué asimismo una reforma conservadora: Repudiando el falso dogma de la infalibilidad papal, hizo hincapié en la misa en idioma vernáculo (lo que profeticamente adoptaría después el Vaticano II) y restituyó el matrimonio al clero. En la actualidad también se han oído algunas voces desde el romanismo poniendo en duda la validez de las ordenaciones en la línea apostólica de Duarte Costa, pero los que esto hacen callan que, después de excomulgado y ya fundada la ICAB, es cuando Mons. Duarte Costa ordena como obispo a Salomón Barbosa Ferraz, quién en 1959 decidió unirse al romanismo, siendo aceptado por el papa Juan XXIII y reconocido como obispo válidamente ordenado, sin recibir nueva consagración, ni siquiera sub conditione. Lo que ocurre es que el catolicismo romano actual sostiene una herejía condenada ya en tiempos de la Iglesia primitiva: La validez de las ordenaciones depende de si se está en comunión con Roma. Esto significa entonces que las ordenaciones hechas por los obispos donatistas en la época de San Agustín de Hipona, eran inválidas. Luego, debemos deducir, que las realizadas por las iglesias orientales a través de toda su historia, también lo son; y la de los obispos jansenistas . . .,y la de los viejos católicos, . . . etc, etc, etc. Por eso, Dom Carlos Duarte Costa afirma enfáticamente: Los sacramentos no tienen denominación”. Si los protestantes son “herejes” por desconocer el sacerdocio ministerial, los católicos romanos lo son también entonces por hacer del sacerdocio un asunto denominacional.


Los fundamentos doctrinales del anglicanismo, expresados en el llamado “Cuadrilátero Chicago-Lambeth” (1886/1888), son cuatro elementos de la fe cristiana, basados en un texto del siglo V conocido como “Commonitorium”, de San Vicente de Lerins: Id teneamus, quod ubique, quod semper, quod ab omnibus creditum est; hoc est et enim vere proprieque catholicum” (“Debe tenerse como propiamente católico aquello que ha sido creído en todas partes, siempre y por todos”), a saber:
1. La Biblia, o las Escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamentos, como base de la fe cristiana.
2. Los Credos Apostólico y Niceno, como resúmenes suficientes de la fe contenida en la Escritura.
3. Los Sacramentos del Bautismo y la Eucaristía, como medios indispensables, externos y sensibles (instituidos por Cristo), como medios de la Gracia de Dios, que es interna y espiritual. Esta jerarquización no elimina los otros cinco sacramentos tradicionales (Penitencia, Confirmación, Matrimonio, Ordenación y Unción de los enfermos) que, instituidos por la Iglesia con la autoridad de Cristo, se añaden a los dos primeros.
4. El anglicanismo posee sucesión apostólica ininterrumpida y reconocida por las iglesias ortodoxas y veterocatólicas, y que a la luz de las últimas conversaciones entre la Iglesia Católica Romana y la Anglicana en la ARCIC (Comisión Internacional Anglicana-Católica Romana) se reconocerían como validas también por el romanismo, aunque aún no de forma oficial.
Estos cuatro elementos se comprenden a la luz de la tríada: Escritura, Tradición y Razón, que sirven como triple criterio para discernir la fe y la ética del cristiano.
De este modo, queda comprobado ampliamente que las iglesias anglicanas son iglesias católicas nacionales.

Recomiendo, para quienes estén interesados en profundizar el tema, considerar el caso del obispo Juan Bautista Cabrera Ivars, fundador de la Iglesia Episcopal Reformada Española (IERE), con muchos elementos en común con Duarte Costa. La IERE, por su parte, con un origen autónomo plenamente español, hoy día, sin perder su independencia, es parte de la Comunión Anglicana de Iglesias.

*(La Iglesia Católica Apostólica Brasileña, conocida también por el acrónimo ICAB, es una Iglesia Católica de carácter nacional, organizada por el obispo Carlos Duarte Costa en 1945 en Brasil. El 4 de julio de 1924, Pio XI nombró a Duarte Costa Obispo de Botucatú (São Paulo), El 6 de julio de 1945, y semanas después de ser excomulgado definitivamente de la Iglesia Católica Romana por Pio XII, en la ciudad de Río de Janeiro, funda jurídicamente la ICAB, de la que luego fueron naciendo las Iglesias Nacionales en distintos países. La ICAB lidera la COMUNIÓN MUNDIAL DE IGLESIAS CATÓLICAS APOSTÓLICAS NACIONALES, junto a otras trece Iglesias. Tienen a nivel mundial una membresía aproximada de Ocho millones de fieles).

(Pablo Claudio Salvato 

   martes 06/01/2015)

miércoles, 15 de julio de 2015

El Entregador


“…y Judas Iscariote, que llegó a ser el traidor.” (Lucas 6:16)
“…y Judas Iscariote, el que le entregó.” (Marcos 3:19)
“…el Espíritu Santo habló antes por David, acerca de Judas, que fue guía de los que prendieron a Jesús y era contado con nosotros y tenía parte en este Ministerio…” (Hechos 1:15-17)
“…mas, ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado!” (Marcos 14:21)


Lectura: Mateo 25:26

Jesús estaba hablando acerca de su Regreso en Gloria con todos sus santos ángeles y que como Rey, sentado en su Trono de Gloria, juzgaría a las naciones y a las personas, mencionando la existencia de dos lugares: el infierno y el Reino de Dios.
¡Palabras matadoras! Imposible resistirse y no actuar al escucharlas. Ante un mensaje tan claro y con potencia de Dios, ¿quién no iba a tomar una decisión fundamental para su vida?
Luego, a solas, dijo a sus discípulos lo que iba a ocurrirle a la brevedad, se podría decir ¡ya, ahora!
-“Sabéis que dentro de dos días se celebra la Pascua y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado.”
Mientras, los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos del pueblo se reunieron en el patio del Sumo Sacerdote Caifás, para planear cómo y cuándo prender a Jesús para matarlo.
Judas Iscariote fue a ellos y les dijo:
-“¿Qué me queréis dar y yo os lo entregaré?
Y ellos le asignaron treinta piezas de plata.


Buscaba entonces Judas la oportunidad para entregarle.
Estaba Jesús reunido con sus discípulos, menos Judas, hablándoles de su cercana muerte y de que no quedarían solos. Les enseñó a orar al Padre en Su Nombre: “TODO CUANTO PIDIEREIS AL PADRE EN MI NOMBRE OS LO DARÁ.” (Juan 16:16-24) Oró al Padre por ellos y por los que iban a creer por medio de su palabra, para que sean guardados del mal.
Luego, salieron hacia un huerto. (Juan 18:2)
Judas, que conocía ese lugar, pues había ido con ellos muchas veces, tomó una compañía de soldados y alguaciles y fueron allí con linternas, antorchas, armas y palos.



El Señor le dijo al verlo venir como guía frente a la turba:
-“Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?” (Lucas 22:47-53).



Judas había sido elegido con los otros discípulos luego que Jesús pasara toda la noche orando en el monte. Era uno de los doce, así lo llamaba la gente, así identificaban a cada uno de los discípulos del Señor. 



El Señor llamó a Judas “el hijo de perdición”. (Juan 17:12).
Por treinta piezas de plata, equivalente al precio de un esclavo, entregó a Jesús. Y sabía a qué lo exponía: al vituperio, a la humillación, a la tortura, al falso testimonio de testigos comprados, a la traición del pueblo al que tanto bien le había hecho, (¿dónde había quedado la “entrada triunfal” de Jesús en Jerusalén sobre un pollino, acompañado de palmas arrojadas a su paso y cánticos?), a las autoridades religiosas que lo odiaban, lo celaban, querían verlo muerto hacía tiempo ya.
Él, que había estado al lado de Jesús las veinticuatro horas, y como cuenta la Biblia, era “el encargado de la bolsa” y metía siempre la mano en ella. No le importó tampoco el sufrimiento de la madre de Jesús, María, a quien conocía muy bien.
Judas era esclavo de la codicia. Sólo pensaba en las treinta monedas de plata que recibiría y nada más.

MATEO 27:3-6
Mateo nos cuenta el final de la historia para Judas. Narra que cuando Judas vio que condenaban a Jesús, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes diciendo:
-“YO HE PECADO ENTREGANDO SANGRE INOCENTE.”



¡Qué remordimiento! Tomó conciencia de su terrible pecado: ¡había entregado sangre inocente! Cuánto sufrimiento le estaba ocasionando a Aquel que lo había elegido y dado parte en su Ministerio. Las palabras de Jesús latían en su mente, de día y de noche… ¡Sentía culpa!
“El Espíritu es el que da Vida… Pero hay algunos de vosotros que no creen.” Porque Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién le había de entregar. “¿No os he escogido Yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es diablo?” (Juan 6:64,70,71) “Uno de vosotros me va a entregar” (Juan 13: 21-26)
Pero, regresemos a la escena anterior y veamos qué le contestaron los sacerdotes a Judas:
-“¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú!"
Y Judas, arrojando las piezas de plata en el templo, salió, fue y se ahorcó.



¡Pobre Judas! Tanto tiempo con Jesús y no había creído en Ël. No creía en Jesús, por eso no fue ante Él a pedirle perdón. ¿Cuántas veces lo había escuchado perdonando pecados? ¡Cuántas veces lo escuchó decir una y otra vez: “Arrepentíos, el Reino de Dios se ha acercado a vosotros.”
Judas pensaba que el mensaje era para los otros, no para él.
Al reconocer su pecado, arrepentido fue a la “religión”, quien no tiene compasión de nadie. La religión, con sus sacerdotes, ancianos, leyes para cumplir, rituales, mantiene a las personas religiosas cautivas, ciegas y por más que se reconozcan pecadoras, no les ofrece perdón ni Vida Eterna.
¡SÓLO JESÚS OFRECE PERDÓN Y VIDA ETERNA AL PECADOR ARREPENTIDO!
La religión representa todos los esfuerzos que el hombre realiza para llegar a Dios. Pero está llena de codicia, mentiras, corrupción, asesinatos, ambición de poder político, intrigas, intereses personales…
Con esta respuesta se encontró Judas: “¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú!”
Y se ahorcó.
¿Y los sacerdotes? Eran los ministros especialmente designados para el culto. Eran los mediadores, intercesores entre el hombre y la Divinidad. Constituían un grupo especial.



El Día de la Expiación el Sumo Sacerdote ingresaba en el Lugar Santísimo y por medio del sacrificio de expiación se daba satisfacción por la comunidad, por las personas que habían caído en culpa por los pecados que ofendían a Dios. Ese día, Dios los perdonaba.
Judas arrepentido, buscó a los sacerdotes y les confesó: -“Yo he pecado entregando sangre inocente.” ¡Fue con su pecado a los sacerdotes asesinos de Jesús! ¿Qué otra respuesta esperaba, más que la recibida? Para los religiosos como Judas, el único camino era ir a los sacerdotes para limpiarse de sus pecados y cumpliendo con las exigencias de la Ley, de la religión.
JESÚS ES EL GRAN SUMO SACERDOTE, que una vez por todas, entró en los cielos, adquirió para nosotros la Salvación y con ella el perdón de pecados y la justificación del pecador, haciendo inútiles los sacrificios de la expiación. Jesús, el cordero sin mancha, derramando su Sangre preciosa por amor a nosotros. 



En eso, Judas estaba acertado: “Yo he pecado entregando sangre inocente”. Y se ahorcó.
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“Como me envió el Padre Viviente y Yo vivo por el Padre, así mismo el que me come, él también vivirá por Mí”. (Juan 6: 25-71)
Esto dijo Jesús en la sinagoga, enseñando en Capernaún. Al oír estas palabras, muchos de sus discípulos dijeron: -“Dura es ésta Palabra, ¿quién la puede oír?” Y se volvieron atrás, dejando a Jesús y abrazando nuevamente su religión.
Entonces Jesús dijo a los doce:
-“¿Queréis acaso iros también vosotros?
-Señor, ¿a quién iremos? Sólo tú tienes Palabras de Vida Eterna. Y nosotros hemos creído que Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios Viviente." Pero Pedro estaba equivocado al hacer esta declaración pública por los doce. De inmediato, Jesús lo corrigió diciendo que de los doce que Él escogió, sabía que uno era diablo y que lo iba a entregar.

Y TÚ, ¿A QUIÉN VAS CON TUS PECADOS?
  • A la religión: pues crees que Jesús solamente fue un inocente condenado injustamente, por un discípulo traidor y entregador.
  • A Jesús: pues crees que Jesús es Dios y te está esperando para perdonar tus pecados y darte Vida Eterna. Si ésta es tu Fe, te invito a que repitas con un corazón sincero y en oración:

“Padre Nuestro: Yo creo que soy pecador/a, pero te pido perdón. Ten misericordia de mí. Perdona todos mis pecados. Yo acepto de todo corazón a Jesús como mi Salvador Personal. Creo que murió por mí en la Cruz del Calvario ocupando mi lugar y derramando su preciosa Sangre. Te entrego toda mi vida y te doy gracias por una Salvación tan grande. En el Nombre de Jesús. Amén.”





(Elena Sanfilippo Ceraso
     sábado 11/07/2015)

domingo, 5 de julio de 2015

El Malhechor

“Si éste no fuera malhechor, (por Jesús), no te lo hubiéramos entregado”. (Juan 18:30)
“Y se cumplió la Escritura que dice: Y fue contado con los inicuos.” (Marcos 15:28)

Lectura: Lucas 23: 26-49


Jesús cargando su cruz salió al lugar llamado de la Calavera y en hebreo Gólgota, donde le crucificaron. Y con Él a otros dos malhechores, uno a cada lado. Jesús en medio decía: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”.
El pueblo pasaba y lo insultaba, los gobernantes y los soldados se burlaban de Él, diciendo: “A otros salvó, que se salve a sí mismo, el escogido de Dios”.
Y repartieron sus vestidos echando suertes. 
Colocaron sobre Él el título de su acusación: “Este es el Rey de los judíos”.


Tres hombres azotados, golpeados, crucificados, humillados, padeciendo a la vista de todos los que pasaban. . . Y frente a la muerte.
Los romanos solamente aplicaban el castigo de la crucifixión a los esclavos o a los hombres libres culpables de los crímenes más execrables. Con frecencia se azotaba al condenado, que con el cuerpo lacerado, era a continuación obligado a llevar su cruz. La muerte sobrevenía después que el hambre y la sed hubieran surtido sus efectos.
Aparentemente los tres eran malhechores condenados a esta pena capital.


Uno de los crucificados injuriaba a Jesús diciendo:
-”Si tú eres el Cristo sálvate a tí mismo y a nosotros”.
Le habló tal como lo había hecho el diablo en el desierto, cuando, después de que Jesús ayunara cuarenta días, lo tentara diciendo:
-”Si eres Hijo de Dios dí que estas piedras se conviertan en pan”.
Pero el otro crucificado, lo reprendió así:
-”¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condenación?. Nosotros padecemos justamente, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos, pero éste ningún mal hizo”.
Y le dijo a Jesús:
-"Acuérdate de mi cuando vengas en tu Reino”.
Dos hombres frente a Jesús.
Uno había conocido al Señor cuando recorría las calles haciendo el bien, sanando enfermos, liberando cautivos, resucitando muertos. . .
Sabía que tenía poder y no le iteresaba el Evangelio del Reino que predicaba, sólo deseaba que Jesús lo baje de la cruz, salvarse, seguir vivo. Ni le importaba si estaba preparado o no para enfrentar la muerte. ¡Sálvanos Jesús!
El otro, en cambio, reconoció su pecado, se arrepintió, le creyó a Jesús, manifestó fe en Él, lo reconoció como su Salvador y le pidió que quería pertenecer a su Reino, porque ahora tenía fe que el Señor iba a resucitar y a regresar.
Y ahí está Jesús, “el malhechor”, que sin hacer caso de su situación de crucificado, oraba por sus enemigos, encomendaba a su madre a un discípulo para que no quede desamparada, consolaba a las mujeres que lloraban por Él y le extendía su Mano de Salvación al malhechor arrepentido, diciéndole:
-” De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
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“Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es Verdadero; y estamos en el Verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el Verdadero Dios y la Vida Eterna”. (1ª Juan 5:20)
Al Señor Jesucristo crucificado, los hombres lo han llamado: malhechor, mago, hijo del diablo, mentiroso, blasfemo, hijo de fornicación, fracasado, débil....
La ciencia dice que era un demente, que se creía Hijo de Dios y que había nacido de una virgen, etc.
Algunas religiones lo reconocen como guía, maestro, profeta pero nunca como Dios.
El malhechor arrepentido por fe lo vio resucitado y regresando a buscar a los suyos.

Y tú, ¿qué ves al mirar a Jesús crucificado?




(Elena Sanfilippo Ceraso
    sábado 04/07/2015)