sábado, 20 de febrero de 2016

BUENOS RELIGIOSOS: PARTE 4 - ELENA.


Aunque llovía, salí a comprar pan por la mañana. En el camino, encontré un pichoncito, que con mucha dificultad, totalmente empapado y tiritando, se arrastraba por la vereda. Por un día y medio, había llovido torrencialmente, con truenos, relámpagos y mucho viento. ¡Un tormentón! El pobrecito, se había caído del viejo árbol donde estaba el nidito donde nació, su hogar.
Lo miré. Era un guerrero luchando por sobrevivir. No se entregaba, aunque estaba shockeado, confundido, con miedo. Se arrastraba sin saber hacia dónde ir. Por el golpe sufrido, seguramente, no podía tenerse en pie. Ya no le quedaban fuerzas. Estaba desorientado, solo, abandonado… Su pequeño corazoncito latía con tanta fuerza que parecía que iba a explotar. Estaba tan lejos de la protección, el cuidado y la provisión de sus padres. Quería volar, pero aún no podía.
Me acerqué para socorrerlo. Intentó huir de mí. Lo levanté del suelo. Lo puse en la palma de mi mano y se restableció en la tibieza del lugarcito. Así caminé varias cuadras y cuando llegué, lo puse en una caja arropadito. Descansó. Ya no tenía temor. Se dejaba mimar y alimentar.

Mirándolo, retrocedí en el tiempo, a mis 26 años, y recordé cuando el Buen Pastor salió a buscarme.
Las tormentas de la vida, con sus truenos, relámpagos y vientos, me habían llevado lejos del nido, del hogar de mis padres. Estaba desorientada, había perdido el rumbo, o quizás, el rumbo por el que mis padres me guiaron era erróneo. Y, como el pichón, me faltaban las fuerzas, no podía caminar y me arrastraba por la vida.
¡Qué pesado se me hacía vivir!
Deambulaba sola por las calles de la gran ciudad de Buenos Aires, capital de la República Argentina, buscando, buscando, buscando… Buscaba ese algo que le diera sentido a mi vida.
Aunque era una buena religiosa y siempre lo había sido, ahora me daba cuenta que ya no era suficiente para mí.
Desde niña había realizado largas procesiones junto a mi familia y amistades, realizaba promesas y pactos a la "Virgen y a los santos", adoraba imágenes, le rezaba a estampitas. Todo esto, mezclado con un poco de adivinación, amuletos para protección, horóscopos, cartas para averiguar lo que me deparaba el futuro. Y, por supuesto, lo infaltable: ¡muchas buenas obras! para comprar mi “salvación”.
Ya en esta ciudad, cada día iba a una iglesia católica romana, cercana a donde vivía, me tiraba a los pies de un crucifijo enorme y lloraba delante de esa estatua. ¡Cuántas preguntas sin respuesta! Quién era, por qué había nacido, para qué vivía, hacia dónde iba…
Buscaba con desesperación una luz que iluminara las tinieblas donde me encontraba. ¿Qué sentido tenía trabajar y trabajar más de doce horas diarias, sólo para cubrir mis necesidades básicas y en una ciudad aún desconocida para mí?
Sobrevivir. Luchar día a día para sobrevivir. Muchas veces sufrí frío, hambre, soledad, angustias... Me enfermaba frecuentemente con infecciones diversas.
Y frente al crucifijo clamaba:
-¡Dios mío! ¿Qué voy a hacer? ¡Respóndeme cuando a Ti clamo!
Pero Jesús se quedaba ahí, colgado en la cruz, sin responderme.
Y, una vez más, yo me volvía sola al lugar donde vivía. De noche dormía con la luz encendida. Tenía miedo. No descansaba.
Hasta que un día, en mi trabajo, alguien me dio un folleto para hacer un curso bíblico gratuito, por correo. Era de Cruzada Argentina a Cada Hogar. Cuando lo terminé, su Director Rino Bello me envió por correo mi Primera Biblia, con fecha 22-02-1985, y me decía:
“Dios le hablará cada día a través de estas páginas, en las que encontrará al Señor Jesucristo y Su Amor por Usted. Salmo 119:105.”
¡Mi primera Biblia! Aún la uso, aunque tengo otras. Está tan gastada, coloreada, subrayada, sueltas algunas hojas y con anotaciones…
Luego, otra persona me invitó a su Iglesia, era evangélica.
La Predicación me traspasó. El predicador habló de ¡Jesús Resucitado! Dijo que está vivo, y que la Cruz está vacía. Que podía hablar cara a cara con Él. Pero que era yo quien debía tomar una decisión fundamental. En ese momento comprendí el Plan de Salvación de Dios para mi vida, me arrepentí de mis pecados, Jesús me perdonó, me limpió con su Sangre Preciosa, me sacó de tinieblas a Luz, me rescató de la servidumbre y esclavitud al diablo para hacerme Hija de Dios, Ciudadana Celestial e integrante de la Familia de Dios.
¡Al fin, había encontrado mi Nidito! Y dejé de arrastrarme por la vida, porque Jesús, mi Creador, el Dador de Vida, la Vida misma, me dio Nueva Vida y alas para volar.
Sí, el Señor Jesús, el Buen Pastor. me levantó, me abrazó, me cobijó en sus brazos, me mimó, me sanó, me restauró, me alimentó y me reconfortó.
¡Y al fin reposé!
Mi dibujo sobre Yo Soy Jehová, el Dios Eterno es así, (Salmo 39:7/ Isaías 40:26-31):


El 24-03-1985 experimenté, a los 26 años, el Nuevo Nacimiento por obra del Espíritu Santo, al recibir a Jesús como mi Salvador Personal. Luego de un discipulado, me bauticé el 29-09-1985.
A partir de ahí mi vida tuvo sentido. ¡No más interrogantes! Terminó mi “crisis existencial”. Mi único anhelo era servir al Señor Jesús cada día y en el lugar donde estuviera. ¡Ya no dormía con la luz encendida! Jesús guardaba mis sueños, velaba por mí. ¡Fuera el miedo y la ansiedad por el futuro! Había encomendado mi Camino a Jesús, confiaba en Él y Él haría.
¡Estaba tan agradecida a Dios! ¡Cómo me había cuidado de tantos peligros en la gran ciudad! En realidad, me había protegido siempre, sin saberlo. Aún cuando era una buena religiosa, que cada día pasaba por la iglesia católica romana, un ratito, a hablar con un Cristo muerto, crucificado. Cuando tuve un Encuentro Personal con el Señor Jesús, todo mi pasado, presente y futuro, toda mi vida, pasaron a pertenecerle.
En ese DÍA INOLVIDABLE, el 24-03-1985, cuando regresé al lugar donde vivía, me deshice, quemé o destruí todo lo que el Espíritu me mostró que no le agradaba a Dios: cosméticos, ropa de moda, libros que no me edificaban, música del mundo, imágenes, estampitas, cuadros religiosos, etc. Mi vocabulario cambió. Mis amistades también, aunque eran buenas personas, no me edificaban. Todos comenzaron a notar mi repentino Cambio, no me reconocían, ¡era otra persona!, decían y se acercaban a preguntar el motivo. Yo les testificaba acerca del Señor Jesús. Por supuesto, comenzaron a decirme que estaba “loca”. ¿Qué era eso de no REZAR más? ¿A quién se le ocurría HABLAR con Dios, cara a cara, por medio del Señor Jesús? ¡Era una locura! ¿Que las buenas obras no son necesarias para la Salvación? ¿Que la Salvación es por Gracia, SOLAMENTE por Fe en el Señor Jesús? ¡Qué disparate! ¿Dónde te metiste?, me decían.
Y yo no me cansaba de repetir:
JESÚS SALVA, SANA, SANTIFICA Y VUELVE OTRA VEZ.
Agradecí a Dios por Colosenses 2:8-15.
Mi dibujo de Acción de gracias por la Salvación recibida de Dios, es así:


Soy la única cristiana en mi familia. Todos son católicos romanos y buenos religiosos, como lo era yo antes, y viven inmersos en la idolatría.
Por mi parte, comencé a orar, interceder, ayunar, velar, asistir a la Iglesia. Me becaron y estudié Teología. Pero no es fácil permanecer en el Camino. Aprendí a memorizar Promesas, versículos bíblicos, a dibujarlos, a hacer carteles con ellos y a pegarlos al lado de mi cama, etc.
Muchas veces me pregunto cómo hice para vivir sin el Señor Jesús hasta los 26 años, porque la vida sólo tiene sentido cuando uno hace su Voluntad.
El 24 de marzo cumplo 31 años desde mi Nuevo Nacimiento en Cristo Jesús. ¡Ése es el día de mi cumpleaños!
“El que no naciere de nuevo no puede ver el Reino de Dios”, le dijo Jesús a Nicodemo.
Lo vivido antes de los 26 años ya ni lo recuerdo. ¿Cómo lo voy a recordar, extrañar, anhelar, si cuando lo viví “estaba muerta en mis delitos y pecados”?
Por eso, predico a Jesús Crucificado y Resucitado. Soy una cristiana bíblica porque Él cambió mi vida, tuvo misericordia de mí, me amó y me rescató.
Jesús es el Único Mediador entre Dios y los hombres. En ningún otro hay Salvación. Él es el Camino, la Verdad y la Vida, nadie va al Padre, sino es por Él.

¿Te animás a dibujar esta hermosísima escena de Juan, cap. 10?
El Pastor de las ovejas entra por la Puerta del redil, la abre y las ovejas oyen su voz. Y a sus ovejas llama por su nombre y las saca. Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas. Y las ovejas le siguen, porque conocen su Voz. ¿Cuál de las ovejas eres tú?

ORO por ti, para que seas parte del rebaño.


Medita en Colosenses 2:8-15. Ora a Dios y agradécele por su Obra maravillosa a favor de ti.







(Elena Sanfilippo Ceraso
    viernes 19/02/2016)

No hay comentarios:

Publicar un comentario