sábado, 26 de marzo de 2016

Renuncia al diablo

 Las tentaciones de san Antonio, c. 1646, de Salvatore Rosa.
Pinacoteca Estefano Rambaldi, San Remo


Renuncia al diablo en el rito bautismal es una ceremonia que, según una antigua costumbre, en muchos rituales precede a la aplicación del agua en el bautismo.
En el Libro de Oración Común de la comunión anglicana, los oficios para el bautismo público y privado de niños y de adultos contienen la pregunta: "¿Renuncias al diablo y a todas sus obras, la vana pompa y gloria del mundo...?" La pregunta va dirigida a los padrinos en el oficio por el bautismo de niños y a los candidatos en el oficio para adultos. Similarmente los catecismosanglicanos de 1549 y 1662 en respuesta a la tercera pregunta: "¿Qué hicieron tus padrinos entonces (es decir, en el bautismo) por ti?" La respuesta es: "Prometieron... que yo renunciaba al diablo y a todas sus obras, a las pompas y vanidad de este mundo malo y a todos los deseos pecaminosos de la carne", lo cual se retiene en el catecismo en el uso actual. Esta renuncia tiene una larga historia y una amplia aplicación, habiendo sólo unas pocas notables excepciones que prohíben la afirmación de la universalidad de su uso en la Iglesia en todas sus ramas desde el siglo segundo. De hecho se hicieron intentos de trazar evidencias al Nuevo Testamento sobre el uso de esta renuncia en la Iglesia apostólica. Esos intentos estaban basados parcialmente sobre 1 Timoteo 6:2, "Habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos." Ejemplos de este tipo se dan en los comentarios sobre el pasaje en las obras de Jerónimo y Ambrosio, atribuidas a Hilario Diácono y Pelagio, explicándose las palabras: "Has profesado una buena confesión en el bautismo, al renunciar al mundo y sus pompas, ante muchos testigos ("mundo y sus pompas" es el equivalente a "el diablo y sus pompas", encontrado en muchas de las fórmulas). Un segundo testimonio alegado al uso apostólico para esta fórmula se halla en 1 Pedro 3:21, "La aspiración de una buena conciencia hacia Dios", que es interpretada como rememorando la pregunta y respuesta en el servicio del bautismo. Tertuliano deriva la práctica "si no de la Escritura" de una costumbre apoyada en una tradición duradera (De corona, iii) y Basilio directamente de los apóstoles ("Sobre el Espíritu Santo", 27). El primer testimonio explícito para el uso de una forma definitiva es de Tertuliano (De corona, iii), donde dice: "Cuando vamos a entrar al agua, pero un poco antes, en presencia de la congregación y bajo la mano del presidente, solemnemente profesamos que renunciamos al diablo y su pompa y sus ángeles"; y en De spectaculis iv, emplea casi las mismas palabras y procede a explicarlas con referencia a las tentaciones del tiempo actual. En el uso del tercer siglo, mostrado por los cánones de Hipólito (canon xix), el catecúmeno se gira hacia occidente (simbólicamente la región de la oscuridad) y repite: "Renuncio a ti, Satanás, con toda tu pompa." Cirilo de Jerusalén ("Lecciones catequéticas" xix. 2–9) prolonga la fórmula: "Renuncio a ti, Satanás, y a todas sus obras y a todos tus servicios", mirando el candidato al oeste y extendiendo su brazo. Cirilo añade un comentario en el que el significado del gesto en sus diversas partes se da con referencia a la vida de aquellos tiempos.
El establecimiento de la fórmula se demuestra por su entrada en las órdenes eclesiásticas del siglo IV, variando en ocasiones ligeramente, como la fórmula: "Renuncio a ti, Satanás, y a todo tu servicio y todas tus obras." El "Testamento del Señor" (2:8) hace que el candidato se gire hacia el oeste y recite: "Renuncio a ti, Satanás, y a todo tu servicio (literalmente, "voluntades") y a tus espectáculos (literalmente, "teatro") y tus placeres y todas tus obras". Las Constituciones Apostólicas (7:41) tienen una fórmula más larga: "Renuncio a Satanás, a sus obras, a sus pompas, a sus adoraciones, a sus ángeles, a sus invenciones y a todas las cosas que están bajo él." Aunque es abundantemente evidente que lo anterior es primordialmente la proclamación de adultos en sus propias personas, es también claro que los padrinos hacen suyas esas promesas en favor de los niños (Tertuliano, De baptismate, xviii). Tertuliano está discutiendo en este lugar contra la admisión de niños al bautismo; "Cánones de Hipólito", "Testamento de nuestro Señor" 2:8). La forma en uso en Roma al menos ya en el siglo octavo consistía de una simple pregunta y respuesta: "¿Renuncias a Satanás? Renuncio. ¿Y a todas sus obras? Renuncio. ¿Y a todas sus pompas? Renuncio." En la forma original inglesa había también tres preguntas y respuestas: "¿Renuncias al diablo y todas sus obras? Renuncio a todo ello. ¿Renuncias a la pompa vana... y deseos de lo mismo? Renuncio a todo ello. ¿Renuncias a los deseos carnales... y a ser guiado por ellos? Renuncio a ellos." (J. H. Blunt, Annotated Book of Common Prayer, p. 413, Nueva York, 1908).
Este uso está confirmado por el Missale Gallicanum y el misal de Sarum, ocurriendo la fórmula en el oficio de la Iglesia ortodoxa para un catecúmeno. La forma armenia es: "Renuncio a ti, Satanás, y a todos tus engaños y a tus trampas y a tu servicio y a tus sendas y a tus ángeles." La uniformidad está también preservada en los ritos jacobita, copto y etíope.
Bingham (Origines), XI., vii. 4–5) llama la atención sobre estos hechos: (1) Los bautisterios contenían dos salas, haciéndose en la antesala la renuncia; (2) la dirección en la que el catecúmeno miraba era invariablemente hacia el oeste; (3) la renuncia era subrayada por el gesto, extendiendo las manos (probablemente con un triple gesto de rechazo) e incluso escupiendo tres veces (Gregorio de Nacianzo, Oratio, xl., De baptismate; Dionisio, De hierarchia ecclesiastica, ii. 3).
El siguiente pasaje recoge el formulario para el bautismo de los sajones:
'¿Renuncias al demonio? Renuncio.
¿Renuncias a las obras y a la voluntad del demonio? Renuncio.
¿Renuncias a los sacrificios sangrientos, a los ídolos y a los dioses que los paganos tienen por ídolos y dioses y a sus sacrificios? Renuncio.
¿Crees en Dios Padre todopoderoso? Creo.
¿Crees en Cristo, Hijo de Dios, Salvador? Creo.
¿Crees en el Espíritu Santo? Creo.
¿Crees en Dios todopoderoso, en su trinidad y en su unidad? Creo.
¿Crees en la santa Iglesia de Dios? Creo.
¿Crees en la remisión de los pecados por el bautismo? Creo.
¿Crees en la vida después de la muerte? Creo.'
(E. von Steinmeyer, Die kleineren althochdeutschen Sprachdenkmdler, Berlín, 1916, p. 23)
Del rito bautismal medieval la renuncia entró en el Taufbüchlein de Lutero y de ahí en el ritual luterano del bautismo. Sin embargo, la validez del bautismo no se hizo dependiente de la renuncia; desaparece en algunas formas del siglo XVI, como en el orden eclesiástico de Württemberg de 1536. Falta en la forma del bautismo de Zwinglio, del cual todas las adiciones no halladas en las Escrituras son omitidas y en las ordenanzas de Ginebra, pero es recibido en la liturgia bautismal anglicana. Desde el surgimiento del racionalismo se ha hecho un esfuerzo entre los luteranos para abolir la renuncia, a causa de la negación de la existencia del diablo y a la ofensa que a los cultos puede provocarles la práctica y al temor de promover la superstición. Más aún, ha sido contemplado como una especie de exorcismo. Hacia finales del siglo XVIII los clérigos comenzaron a relajar su observancia estricta de las ordenanzas eclesiásticas y la renuncia desapareció en muchas congregaciones de Alemania, aunque fue generalmente más retenida en el campo. Muchas de las liturgias modernas la omiten totalmente o la retienen en forma modificada.


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