sábado, 27 de diciembre de 2014

William Case Morris

 
Su frase lema fue: "Pasaré por este mundo una sola vez. Si hay alguna palabra bondadosa que yo pueda pronunciar alguna noble acción que yo pueda efectuar diga yo esa palabra, haga yo esa acción AHORA, pues no pasaré mas por aquí...".
William Morris nació en Cambridge, Inglaterra, el 16 de febrero de 1864. Su padre, de condición humilde, era un predicador no afiliado a la iglesia oficial inglesa. Cuando William tenía apenas 4 años padeció el infortunio de la muerte de su madre. Su padre decidió entonces unirse a un contingente de emigrantes que emprendían un viaje hacia América. En 1872 llegó a Paraguay junto a su padre y tres hermanos. Debido a que la empresa que los había traído y contratado se desintegró ni bien llegaron, la familia Morris se movió hacia el sur afincándose en una zona rural en la provincia de Santa Fe en Argentina (1873)
Aquí, las penurias económicas agobiaban a los Morris. William, que de pequeño demostraba su interés por la lectura, apenas si tenía tiempo para dedicarse a ella ya que debió trabajar como granjero y luego como empleado doméstico. En 1886, ya con 22 años, el autodidacta Morris, quien había apenas completado su tercer año de instrucción en Inglaterra, se mudó a Buenos Aires. Instalado en la zona del puerto, comenzó a ganarse la vida pintando barcos.
Allí, en el Barrio de la Boca, en lo que William Morris describió como "el peor barrio de Buenos Aires",comenzó a congregarse en la Iglesia Metodista local. La Boca, por ese entonces era un conglomerado plagado de conventillos, inmigrantes pobres, desilusionados, y de niños que no tenían más perspectiva que la de mayor pobreza, promiscuidad y delincuencia. Este cuadro de terrible indigencia movilizó a Morris. Con el poco dinero con que contaba alquiló un pequeño y descuidado conventillo y abrió un humilde comedor para los niños de la calle. En ese mismo lugar abrió una escuela dominical de la que se ocupaba personalmente. Los niños -dijo Morris- "recibirían pan para el cuerpo y el alma".
En 1889 fue ordenado predicador de la Iglesia Metodista de La Boca. Se casó con Cecilia O’Higgins con quien tuvo un hijo que falleció prematuramente. Este luctuoso suceso, lejos de derrumbarlos, los impulsó a la dedicación completa a su vocación. Además de dedicarse a la obra con los niños, que hacia 1893 contaba con una asistencia diaria de cerca de 150, ayudaba y predicaba a marineros, inmigrantes y otros desposeídos.
El éxito de su misión provocó una fuerte reacción del clero local. Influenciados por este, los fieles y adinerados católicos no aportarían recursos, al tiempo que influían negativamente sobre las autoridades. Ante esta situación William Morris se vio en la necesidad de viajar a Inglaterra para juntar dinero. Allí tuvo la oportunidad de visitar la tumba de su padre que había regresado a su patria, y de conseguir apoyo financiero de empresarios y otros hermanos evangélicos.
En 1897 se sumó a la Iglesia Anglicana, ordenándose diácono y luego Presbítero, por el entonces Obispo de las Islas Malvinas, el Rvdo. Waite Hocking Stirling. Consiguió así que su obra sea patrocinada por la Sociedad Misionera Sudamericana, fundada por Allen Gardiner. De regreso a Buenos Aires, en 1898 rentó una casa en el barrio de Palermo, distante unos pocos kilómetros al norte de la Boca y que exhibía por ese entonces características sociales similares. Esto lo hizo según se lo sugiriera el Consejo Nacional de Educación, ante quien William Morris había presentado un proyecto formal.
Allí continuó la obra que había iniciado años antes. Se acercó a los niños pobres de la calle, les dio higiene, ropa y calzado. Y hecho esto, empezó el verdadero y más importante objetivo: Brindarles amor y educación. Fundó una escuela gratuita para niños varones que pronto llegó a tener 220 alumnos, y una de niñas que llegó a tener cerca de 200. Al poco tiempo abrió una tercera escuela, y para 1899 sus alumnos ya se contaban en 600.
Para 1904 las "Escuelas Evangélicas Argentinas" contaban con una matrícula de más de 2.700 alumnos. Además de la enseñanza gratuita se instituyeron complementos como por ejemplo reparto de ropa, alimentos y asistencia médica. Luego de 10 años de presencia en Palermo y sus alrededores, las Escuelas Evangélicas Argentinas ya pasaban los 5.300 alumnos.
El proyecto educativo estatal tuvo como meta principal la integración social, la construcción de una identidad nacional. La ausencia del Estado educador en la formación laboral generó que mano de obra calificada de técnicos y obreros se importaba del extranjero, igual que los productos industriales. La educación estatal no transmitió una ética del trabajo, ni puso énfasis en la capacitación del trabajo artesanal e industrial.
Las Escuelas Evangélicas de W. Morris ofrecían una formación enciclopédica similar a las escuelas estatales, sumando contenidos de ética cristiana y de ciudadanía responsable y activa. En la formación profesional, es donde las Escuelas Evangélicas Argentinas ofrecieron una verdadera alternativa. En 1901 se inauguraba el Instituto Evangélico Industrial, que contaba con talleres de carpintería, ebanistería, herrería, mecánica, electricidad, zapatería, sastrería, con cursos para jóvenes y adultos. Además se formaban técnicos contables, dactilógrafos, taquígrafos, estudios en inglés y una sección especial que era la Escuela de Telegrafía.
El aprendizaje teórico se realizaba en el trabajo, y el instituto se transformó en un centro de formación y producción que proveía a las necesidades de los institutos y colocaba trabajos a pedido para grandes tiendas. La salida laboral, rápida y efectiva de los egresados, significó un proceso de movilidad social y crecimiento personal, entre familias que provenían de zonas marginadas de la ciudad. El éxito de las escuelas de Morris en este sentido, llevó a que el diputado católico Ponciano Vivanco, presidente del Consejo Nacional de Educación, afirmara en 1902: "Hay que lamentar que no haya cincuenta o cien mil personas como Morris en la Argentina"
En un contexto político que de manera sistemática restringía la participación y el protagonismo en la vida cívica a amplios sectores de la sociedad, las escuelas evangélicas intentaban construir rutinas y prácticas pedagógicas, que pugnaban por conformar una sociedad más democrática. En ese sentido, las instituciones educativas, se sumaban a gran cantidad de asociaciones filantrópicas, literarias, patrióticas y sindicales, que buscaban la creación consensuada de un nuevo tipo de organización para la sociedad argentina. Las escuelas evangélicas de W. Morris estimularon la intervención activa de alumnos, docentes, familias, organizándola y expresándola en formas no oficiales.
Las prácticas democráticas fueron ensayadas en el seno de las escuelas tanto por la sintonía con las ideas del liberalismo político como por una interpretación de las ideas sociales derivadas del cristianismo. De esa manera se rechazaba la argumentación católica que presentaba a la democracia como reñida con las ideas cristianas, y se afirmaba que ese punto de vista era la continuación de la legislación y prácticas coloniales. La democracia, desde la revista cultural La Reforma que dirigía Morris, se sostiene con fundamento bíblico y en los conceptos teológicos del sacerdocio universal de los creyentes y la responsabilidad personal.
A pesar de la fuerte oposición de la Iglesia Católica, que hizo cuanto pudo para frenar el progreso de la “educación protestante” hubo personalidades de renombre que apoyaron la obra de William Morris. Algunos Presidentes como Bartolomé Mitre, Julio A. Roca, Marcelo T. De Alvear, el ministro y luego Juez de la Corte Suprema Antonio Sagarna y el presidente del Consejo de Educación Juan Cárcamo.
La política argentina pasó por un tiempo de extrema corrupción y oscuros contubernios que los historiadores dieron en llamar "La Década Infame". En esta época la obra de Morris fue afectada por los avatares de la crisis. Para 1932 las Escuelas Evangélicas Argentinas tenían unos 7100 niños y unos 200 maestros, además del resto del personal. El gobierno nacional disminuyó drásticamente el apoyo y la obra se resintió. Para ese entonces, la salud de Morris estaba severamente deteriorada. Casi a punto de morir retornó a Inglaterra. Antes de ello, le encargó a su amigo y Juez de la Corte Suprema, el doctor Antonio Sagarna, que intercediese ante el presidente Agustín P. Justo, para que pagase las deudas de las escuelas.
El 15 de septiembre de 1932, tomado de la mano de su fiel compañera Cecilia, el filántropo, educador, y pastor partió a los brazos del Creador a quien había servido. La vida de Jesucristo se manifestó a través de William C. Morris y el impacto de esta vida en otras personas, se refleja en la leyenda puesta en su lápida:"Fue una de esas vidas que dulcemente obligan a creer en Dios", y otra dice: "La senda de los justos es como la aurora que va en aumento hasta que el día es perfecto".

http://elalfaylaomega-elprograma.blogspot.com/2011/02/william-case-morris.html

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