jueves, 1 de octubre de 2015

Términos “anglicano” y “anglicanismo”


Ambas palabras tienen un mismo origen: la palabra latina anglicanus que significa "inglés". Así, el papa Gregorio Magno, a principios del siglo VII, en cartas a Agustín de Cantórbery, escribe sobre "la iglesia de los ingleses" –ecclesia Anglorum–. Lo mismo puede leerse en san Anselmo cuando a finales del siglo XI usa la expresión, ecclesia angliae –la iglesia de Inglaterra–. La expresión ecclesia anglicana era de uso frecuente a partir de mediados del siglo XII y durante el siglo XIII y siempre se entendía como "la iglesia de Inglaterra".

En aquellos tiempos, la expresión "iglesia de Inglaterra" carecía de connotaciones nacionales, patrióticas o ideológicas, y se usaba simplemente para designar una demarcación geográfica, lo mismo que se usaban expresiones como ecclesia galicana –para referirse a lo que hoy es Francia– y ecclesia hispana– para indicar lo que hoy es España.

Cuando Juan Jewel (1522-1571) y Ricardo Hooker (1554-1600) escriben sus apologías en defensa de la iglesia de Inglaterra, los términos que todavía emplean en sus obras carecen de la connotación que posteriormente adquiriría la palabra anglicanismo.

Por otra parte, aunque el término anglicano aparece por vez primera a mediados del siglo XVI, sin embargo, es sólo a partir de los siglos XVIII y XIX cuando empieza a tener implicaciones nacionales y teológicas. Algunos teólogos empiezan a usar expresiones como "católicos, anglicanos y calvinistas" en un tono muy diferente a como se había usado en anteriores centurias.

La expresión "Comunión Anglicana" la utilizó por vez primera un obispo americano enviado en 1847 a Constantinopla como representante de la Iglesia americana ante las iglesias orientales. Luego se empleó en la Primera Conferencia de Lambeth en l867. Con todo, el término "anglicanismo" como concepto eclesial destacará todavía más tarde cuando el pluralismo religioso empieza a manifestarse de una manera más reveladora.

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Los antecedentes históricos y desarrollo del Anglicanismo.

No es posible comprender correctamente la naturaleza y estructura actual de la Comunión Anglicana sin examinar previamente su historia. El Anglicanismo puede ser muy fácilmente malentendido a menos que se vea su desarrollo teológico dentro de un contexto histórico adecuado.
Muchos eruditos argumentan que el Anglicanismo no apareció como una expresión distinta del Cristianismo sino hasta el Siglo XIX, pero claramente su origen tiene sus
raíces en la historia de la Iglesia de Inglaterra. ¿Cómo fue que la iglesia nacional de una pequeña isla frente a las costas del continente Europeo evolucionó hasta convertirse en la tercera mayor comunión del mundo? Los 3 ó 4 siglos previos al siglo XIX son fundamentales para entender la manera en que el Anglicanismo llegó a ser una forma de Cristianismo reconocidamente diferente. 
Si bien la Iglesia de Inglaterra (Ecclesia Anglicana) tradicionalmente considera que sus orígenes datan del siglo VI con el arribo de San Agustín, está claro que el
Cristianismo llegó a las Islas Británicas mucho antes de eso, aunque en sus comienzos de la mano de los conquistadores Romanos, nunca logró arraigarse profundamente en
la población británica. El Cristianismo como religión popular, fue introducido a Inglaterra por misioneros de Irlanda y Escocia en los siglos posteriores a la retirada de los romanos de Gran Bretaña. Al igual que muchas otras comunidades Cristianas de esa época, esta comunidad “cristiano celta” existió y prosperó como una organización
independiente de la Iglesia de Roma.
Existen ejemplos conocidos de obispos británicos en los
dos siglos previos a que el Papa enviara a Agustín (más
tarde San Agustín) desde Roma para evangelizar a los
Anglos en el año 579. Agustín estableció su iglesia en el
sudeste de Inglaterra con la ayuda de cristianos locales y
se convirtió en el primer Arzobispo de Canterbury. La
Iglesia Celta de Escocia y Norte de Inglaterra se sometió
a la “autoridad” de Roma recién en el Sínodo de Whitby
en el año 644, pero pasaron varios siglos más antes de
que los Cristianos Celtas preexistentes fueran absorbidos
por el sistema romano.
Inglaterra fue parte de la Iglesia Católica romana durante más de 800 años hasta la Reforma Inglesa de 1534. En Inglaterra ya empezaba a haber disturbios religiosos con
los fuertes movimientos anti-clericales como el de los Lollardos. La Reforma cobró la fuerza política requerida cuando Enrique VIII necesitó que se anulara su matrimonio
con Catalina de Aragón. 
Normalmente para un monarca influyente como Enrique, esto no hubiera sido algo terriblemente complicado, pero el sobrino de Catalina, El Santo Emperador Romano Carlos V presionó al Papa Clemente VII para que rechazara la anulación. Existe evidencia que indica que teológicamente Enrique siempre fue un católico en su corazón, pero debía asegurarse un heredero (varón) al trono si quería evitar el peligro de otra guerra civil en Inglaterra una vez que él
muriera. Y Catalina de Aragón no se lo pudo ofrecer. Entonces Enrique se proclamó a sí mismo Jefe Supremo de la Iglesia de Inglaterra para asegurar la anulación de su
matrimonio, pero durante su reinado limitó los cambios que los reformistas protestantes querían incorporar a la Iglesia de Inglaterra.
Durante los reinados de los hijos de Enrique la Iglesia Inglesa osciló entre las presiones de los dos extremos teológicos. El reinado de Eduardo VI fue mucho más
radicalmente protestante antes de volver a unirse a la Iglesia Romana en 1555 (al subir María I al poder). Las tensiones religiosas de este tipo fueron típicas de este periodo de la historia de Europa.
Cuando Isabel I subió al poder buscó evitar la violencia y las guerras religiosas que se sucedían en los países del continente. El Convenio de 1558 constituyó un intento de
hallar un terreno intermedio. Apuntaba a crear una iglesia que pudiera reconocerse como protestante y apostólica al tiempo que retuviera vestigios del catolicismo tradicional. Isabel mantuvo el control, ya que se trataba también de la iglesia establecida (la iglesia oficial) y por lo tanto estaba supeditada al estado y era parte del mismo. Esta fue una estrategia relativamente exitosa, ya que logró evitar mucha de la violencia religiosa sufrida en los países vecinos en el continente europeo.
Finalmente, sin embargo, lo único que se logró fue demorar este resultado en lugar de evitarlo. El error del periodo isabelino fue considerar que la Iglesia establecida era la
única expresión aceptable del cristianismo y que todas las personas que estaban en el país eran miembros de la misma. Una estructura tan restrictiva coincidía con la visión
contemporánea de que algo tan poderoso como la religión no puede quedar sin reglamentar. Era demasiado peligroso para dejarla fuera del control gubernamental.
No obstante, pese a lo razonable que puede haber parecido en ese momento, un arreglo de esta índole nunca habría de satisfacer las demandas de los sectores extremistas e intolerantes de la opinión teológica. Con el tiempo las presiones entre los Puritanos Calvinistas radicales y los tradicionalistas más conservadores llegaron a ser uno de los factores clave que llevaron al inicio de la Guerra Civil inglesa de la década de 1640. La guerra civil culminó con la ejecución pública del rey Carlos I, y del Arzobispo de Canterbury William Laud.
























Después de la guerra los victoriosos Puritanos crearon el “Protectorado” (1649-1660) liderado por Oliver Cromwell. Se basó en principios fuertemente protestantes. Se toleró una cierta variación en el Protestantismo Calvinista pero no se aceptó a los Católicos Romanos ni a los Anglicanos. Durante su gobierno Cromwell ‘desestableció’ la Iglesia de Inglaterra y la reconstruyó siguiendo lineamientos Calvinistas extremistas; incluso el Libro de Oración Común, considerado un ícono, fue reemplazado por el Directorio de Adoración Pública. Sin embargo, los cambios en lo religioso no fueron populares en general, y aproximadamente 1 de cada 3 cleros de Inglaterra se negaron a aceptarlos. Con la muerte de Cromwell y la restauración de la monarquía, el Anglicanismo fue restaurado a un estado similar al modelo isabelino. 
Los Anglicanos ocupaban un lugar intermedio entre los católicos romanos y los puritanos. Los Protestantes más extremos ahora se encontraron fuera de la iglesia nacional, y ya no podían intentar controlarla; esto comenzó a sembrar las semillas de las iglesias no conformistas inglesas como por ejemplo los Cuákeros y los Bautistas.
Desde fines del siglo XVII la Iglesia Anglicana ha buscado una definición propia con la inclusión de tradiciones católicas y reformadas. El rechazo de un extremismo agresivo fue un factor importante en el desarrollo del Anglicanismo moderno. Por lo general su distintiva posición central y tolerante se ha considerado una bendición positiva.

http://anglicana.org.ar/images/descargas/Tres%20Raices.pdf

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